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Cristina Losada

¡Que acordonen ellos!

Si el PP necesita en los próximos tiempos los votos de VOX, que se vaya preparando. Será el siguiente partido tóxico.

Si el PP necesita en los próximos tiempos los votos de VOX, que se vaya preparando. Será el siguiente partido tóxico.
EFE

El presidente Sánchez se apoyó el domingo en un acuerdo logrado por los socialdemócratas en Suecia para afear a PP y Ciudadanos que aceptaran los votos de VOX para la investidura de un nuevo Gobierno en Andalucía. Después de dar la enhorabuena a Stefan Löfven, el dirigente socialdemócrata que aspira a un segundo mandato, "por el acuerdo alcanzado con la (sic) centroderecha", Sánchez agregaba la línea que era, en realidad, el meollo del mensaje: "Gran ejercicio de responsabilidad para frenar el avance de la ultraderecha del que otros deberían aprender". Lo más interesante de su declaración, aparte de las inexactitudes que contiene sobre el acuerdo en Suecia, es que el líder socialista no se incluye entre los que deben aprender a hacer ejercicios de responsabilidad.

No se incluye, cuando es el primero que debería incluirse. En el caso de Andalucía, que era el aludido, es evidente. Si al PSOE le inquietaba tanto que los escaños de VOX fueran decisivos para formar Gobierno, lo suyo era que el "ejercicio de responsabilidad" lo hubiera hecho él. Era bien fácil. Bastaba con que los socialistas andaluces hubieran accedido a respaldar una Junta formada por el PP y Cs. No habría sido más que un pequeño sacrificio en aras de evitar aquello que el PSOE juzga tremendo y terrible, esto es, que la investidura de Moreno dependiera de los votos del partido de Abascal. Pero no. No quiso hacer el sacrificio ni, por tanto, el gran ejercicio de responsabilidad.

La política de cordones sanitarios mostraba así su cara más oportunista. O su cara más dura: el que los exige, quiere el cordón para beneficiarse él. En Andalucía, lo que Sánchez habría celebrado como un "ejercicio de responsabilidad" es que PP y Ciudadanos renunciaran a los votos de VOX con el fin de frenar su avance, etcétera, etcétera, y que dejaran el Gobierno, de nuevo, en manos de los socialistas. ¡Así a cualquiera le gustan los cordones sanitarios! Pero sería más honesto intelectualmente llamarlos de otra manera, como garantía de gobierno para el PSOE a perpetuidad, por ejemplo.

La clave del empeño socialista por situar al nuevo partido conservador fuera del juego democrático no está en la subida retórica ideológica, sino en la pura y dura batalla por el poder. Lo demonizan para demonizar cualquier acuerdo que lo incluya. De modo que si el PP necesita en los próximos tiempos los votos de VOX, que se vaya preparando. Será el siguiente partido tóxico. Otra vez, porque ya pasó. Aunque algunos barones del PP no se quieran enterar y se hayan sumado, mientras les conviene, es decir, en época preelectoral, a la denuncia de la toxicidad de los de Abascal. ¿Y si luego tienen que pactar con los súper malos? ¿Cómo lo van a vender? Lo venderán.

El primer ejercicio de responsabilidad que eludió Pedro Sánchez fue cuando se encastilló en su "no es no" a la investidura de Rajoy después de la repetición electoral. Le costó el puesto, pero los afiliados avalaron más tarde aquel cordón sanitario de facto. El segundo ejercicio de responsabilidad que se saltó fue al elegir socios para una moción de censura. Si hay partidos a las que aislar con el cordón, o mejor, porque el término apesta, con los que no se debería pactar nada sustancial, y menos un Gobierno, son los que aún proyectan la sombra de ETA y los que dieron un golpe de Estado para declarar la secesión de Cataluña. Pero aún hay un tercer ejercicio de responsabilidad que no ha querido hacer. Lejos de adelantar las elecciones, como dio a entender cuando presentó la moción, acaba de decirle a la oposición que espere sentada. Porque Sánchez también espera. Espera intimidarlos con el cordón. Espera que acordonen ellos y, así, gobernar él.

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