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Cristina Losada

Qué duro es el corazón de Europa

Berlín reclama, primero, "objetivos realistas". A quién se le ocurre pedir realismo a un superprogresista. Conservadores y liberales tenían que ser. ¡Qué cenizos!

Es posible que de Zapatero se pueda decir lo que escribe Saul Bellow de uno de sus personajes: "No es ningún estúpido, salvo cuando expone sus ideas". El presidente expuso a los corresponsales extranjeros sus ideas sobre cómo ha de salir la UE del bache y se armó la de San Quintín. Por resumir, citemos al Wall Street Journal: "España ha llegado con una ingeniosa solución contra la crisis: hacerla ilegal...¿Cómo no se nos había ocurrido antes?". El Gobierno alemán se tomó, lógicamente, con menos cachondeo la ocurrencia de sancionar a los países que incumplieran los objetivos del maravilloso plan verde y social de Zapatero. Berlín reclama, primero, "objetivos realistas". A quién se le ocurre pedir realismo a un superprogresista. Conservadores y liberales tenían que ser. ¡Qué cenizos!

Mas no fue sólo la caverna germana quien puso en solfa las medidas correctoras o correctivas que anunciara ZP. Así que el Gobierno protagonizó uno de sus números característicos: desmentirse a sí mismo. Alonso no encontraba en ninguna parte aquellas palabras del presidente. Salgado explicó que las sanciones propuestas eran "morales". López Garrido interpretó que el máximo líder quería "premiar" y no castigar. Y De la Vega, que no había pedido otra cosa que "responsabilidad". Ahora, Zapatero los desmiente, a su vez, a todos ellos. En suma, nada a lo que no nos tengan de sobra acostumbrados. Mucho tienen que aprender todavía en Uropa. Menos rigidez y más flexibilidad. Entérense de que las palabras han de estar al servicio de la política y no al revés.

Resulta que aún circulan por la UE ciertas nociones desfasadas que en España, siempre en vanguardia, se han destinado al vertedero de la Historia. Por ejemplo, ese rancio concepto de la soberanía nacional, que un diario alemán esgrimía contra el proyecto sancionador de Rodríguez. Aquí se ha declarado obsoleta. Y discutida y discutible. Y maleable, chiclosa y adaptable al cortoplacismo medular del oportunista. La misma patología, en fin, que ha llevado a creer a Zapatero que su prosaica condición de presidente rotatorio de la Unión le confiere un especial poder para hacer y deshacer con alegría, como en casa. Pues mire, no. Hay que ver cuán duro es el corazón de Europa.

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