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Cristina Losada

Recuerdos en el malversario

Mientras las huestes de González malversaban el capital político –y el otro– que se les había entregado por primera vez un 28 de octubre, sus tropelías eran silenciadas, y donde no lo eran, hubo presión, persecución y venganza.

Por lo que dicen ahora los cronistas, la noche de aquel 28 de octubre de 1982 podía llevar título de Dickens y llamarse Grandes Esperanzas. Pero si es cierto que nunca se habían depositado tantas expectativas en manos de un grupo de personas, también lo es que nunca fueron de tal manera defraudadas. Los protagonistas de aquel triunfo, como no podía ser de otro modo tratándose de quienes son, echan abono fresco al mito y aseguran sin que les tiemblen las canas que la victoria del PSOE de González consolidó la democracia. Será lo que ellos entienden por democracia. Un sistema donde se vota, pero en el que los mecanismos que frenan al poder y los que lo vigilan se pervierten y se eliminan. Hace 25 años nacía precisamente un modelo con acusada tendencia a la concentración de poder, al despotismo y a la liquidación de la capacidad de autodefensa de la sociedad civil. Unos rasgos que todavía siguen vivos. Unos no fueron eliminados por los gobiernos del PP, otros, los ha resucitado Rodríguez, y en algunas zonas, se encarga de mantenerlos el nacionalismo.

Alfonso Guerra dice seguir sorprendiéndose de aquel resultado arrollador –y lo sería en varios sentidos– toda vez que sólo unos años antes su partido estaba en la clandestinidad. Tan clandestino que muy pocos sabían de su existencia, solemos añadir los que conocimos algo la clandestinidad. Pero, en efecto, aquel estado de menesterosidad cambió de forma asombrosa. No sólo por la ayuda financiera que recibiría el PSOE de los hermanos alemanes, sino también por obra de la transmigración de las almas que cambiaron de chaqueta. De la nada surgía un partido, y los hombres y mujeres "de la situación" (concepto que César Alonso de los Ríos nos recuerda en su último libro y se aplicaba a los que fueron franquistas dizque por las circunstancias), también llamados arribistas, olieron, y olfato tiene esa gente, que estaba predestinado al poder. A uno duradero.

Pues la memoria es como es, yo no recuerdo siquiera si voté en aquella histórica jornada, pero no descarto que me dejara llevar por los amigos que preconizaban el voto útil de la izquierda para el "cambio". Sin embargo, me acuerdo bien de los prolegómenos de una connivencia que iba a ser un lastre para la democracia en rodaje y un instrumento esencial para el felipismo: la complicidad que encontraría en una parte sustancial de la prensa y de los periodistas. De no tenerse en cuenta esa red y la utilización sin miramientos de los medios públicos, no se podrá explicar enteramente la duración del poder socialista.

Mientras las huestes de González malversaban el capital político –y el otro– que se les había entregado por primera vez un 28 de octubre, sus tropelías eran silenciadas, y donde no lo eran, hubo presión, persecución y venganza. Herederos de esa "cultura política", sus discípulos actualmente en el poder recurren a parecidas artimañas y dedican el grueso de sus energías a cegar los ojos de la opinión pública con la misma finalidad que sus "padres". Son muchos los rasgos e intereses comunes de "la familia", y como ha vuelto a mostrarse en este malversario, la vieja guardia, por mal que se lleve con la nueva, jamás pondrá en peligro la herencia que le ha caído en suerte a Mister Z.

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