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Cristina Losada

Segregados

Como propósito, "todos iguales en el confinamiento" es fastuosamente estúpido.

Como propósito, "todos iguales en el confinamiento" es fastuosamente estúpido.
Pablo Echenique, uno de los que más está agitando con la 'segregación' de los barrios del Sur de Madrid | EFE

A 20 de septiembre teníamos en España setenta y siete municipios en confinamiento general o parcial, en retroceso de fase o con alguna restricción de la movilidad. Setenta y siete, ahora. Antes, a lo largo del verano, este verano en el que, como estaba escrito, el virus aprovechó para extenderse, hubo otras localidades y comarcas bajo distintos estados de restricción. De ninguno de aquellos casos se dijo que eran confinamientos segregadores y clasistas. No se dice tampoco de ninguno de los vigentes, salvo de uno. Madrid es la única y señalada excepción.

Por qué es segregador y clasista el confinamiento de una treintena de áreas de Madrid y no lo fue el que se impuso en la comarca de la Mariña lucense o en el Segrià leridano es una discriminación que merece explicarse. El cierre de la Mariña, por ejemplo, afectó a gentes de mar, a inmigrantes caboverdianos, a personas trabajadoras, y nadie denunció la segregación clasista que se impuso a los mariñenses, mientras en lugares más prósperos de Galicia la gente podía moverse a su antojo. Nadie. Y menos que nadie, los expertos en lucha de clases que tan agitados y agitadores andan ahora en la capital.

Tendrán que explicar esta injusta discriminación y esa indiferencia suya hacia lugares de la periferia más pobres que la periferia capitalina. Y tendrán que explicar qué pretenden. Qué pretenden con sus protestas contra los confinamientos localizados, más allá de asediar a Ayuso, que esa pretensión sí está perfectamente clara. ¿Han llegado a la conclusión de que las restricciones a la movilidad son innecesarias para contener la epidemia? Muy callado lo tenían. ¿Sólo están a favor de los confinamientos cuando afectan a toda la población?

Será eso. Será el igualitarismo aplicado a la epidemia: o restricciones para todos o para nadie. Como propósito, "todos iguales en el confinamiento" es fastuosamente estúpido. Porque la función y la utilidad de las restricciones localizadas consiste en evitar que haya que recurrir al confinamiento general. Porque se quiere contener la epidemia en sus focos más intensos antes de que se extienda. Porque se trata de minimizar los daños. Esa suerte de igualitarismo de “o todos confinados o nadie”, en cambio, conduce a maximizarlos.

A fin de que no haya diferencias entre confinados y no confinados, quieren que se confine a todo el mundo, se cierre todo y, en consecuencia, se hunda todo. Así, confinado, cerrado y hundido todo, sin distingos clasistas, no habrá ya segregación. Bravo. Por lo absurdo. No hay más racionalidad en esto que la de la batalla partidista contra el Gobierno de Madrid.

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