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Cristina Losada

Un falso billete de primera

En febrero, según una encuesta del CIS, el 74,6 por ciento de esos gallegos pensaba que Galicia era una región. Pero en la escuela ZP, las mayorías son tan deformables como las leyes y los conceptos.

Que la dirección del PSOE de Galicia, PSdG para más señas, se había dejado parasitar por el nacionalismo identitario y lingüístico es algo que sólo se les ha escapado a sus votantes. Lo han tomado, si acaso, como demostraciones de su querencia por lo "nuestro", cumplidoras de una función litúrgica similar al galleguismo de gaita y tamboril del PP de Fraga. Total, la vida sigue igual, digan lo que digan los políticos. Posición ésta que no es exclusiva del elector socialista ni de Galicia. Como en la Cataluña del seny, en la tierra del sentidiño predomina el encogimiento de hombros ante los planes de reforma del Estatuto. A nadie importa. Pero a los partidos políticos sí. Primero a dos, a los que gobiernan, y por la inercia de las cosas, a tres. O sea, a todos. Y ellos se bastan para imponer esa dinámica a la sociedad. Y la han impuesto. La era de los coros y danzas ha concluido y llegamos a la fase en que la verborrea a la que nadie da importancia va a traducirse en realidades.

La primera y en la frente es el acuerdo de Touriño y Núñez Feijoo para que el Estatuto acoja un preámbulo que mantenga "el estatus identitario" de Galicia al nivel de las demás "nacionalidades históricas". Hablando en plata, para que incruste de algún modo "la nación". De Touriño no extraña. El presidente de la Xunta no vislumbra mejor manera de contribuir al progreso de los ciudadanos que lograr una definición que "responda al sentimiento mayoritario de identidad nacional" que tienen los gallegos. En febrero, según una encuesta del CIS, el 74,6 por ciento de esos gallegos pensaba que Galicia era una región. Pero en la escuela ZP, las mayorías son tan deformables como las leyes y los conceptos. En fin: ya sabemos dónde y con quiénes está Touriño. Mejor dicho, lo confirmamos. Desearía recorrer la misma senda que el PSC de Maragall y Montilla y que el partido de López, pero se contentará con el papel de segundón de Manuel Chaves. O sea, de ayudante en el camuflaje de la voladura constitucional que supone el Estatuto catalán, y en el alfombrado del cambio que se negocia con ETA. En suma, está en la ruptura de la soberanía nacional, de la Constitución y del sistema de solidaridad interregional.

Núñez Feijoo acababa de decir que la piedra angular de la reforma era la financiación. Parecía razonable. Ahí había que ir a por todas, combatir los privilegios concedidos y hacerle insoluble el sudoku a Solbes. Pero quién diría que lo dijo. Sobre los dineros sólo ha conseguido que Touriño acepte reflexionar sobre su propuesta. Por contra, se ha sumado al concurso por insertar en los Estatutos la fórmula más pintoresca sobre la "identidad nacional" del territorio. Es como un juego de niños, de los de "y yo más", pero sus efectos distan de ser lúdicos. Galicia, Touriño dixit, ha de seguir viajando en primera. Ah, ¿pero viajaba en esa clase? No es lo que proclamaban antes de arribar al gobierno. Ni lo que sucederá tras esa revisión del estatus. Los socialistas pretenden hacer pasar la etiqueta identitaria por un billete de primera o un décimo de lotería premiado. Como si por pegarla en el Estatuto, fuera a llover una pasta gansa. Y el PP, sin atreverse a denunciar el engaño. Cuán cómodo resulta seguir la corriente. Mientras, las dulces sirenas repiten que son sólo palabras. Entonces, ¿por qué tanto interés en colocarlas? Si tendrán relevancia que los nacionalistas han tratado de quitársela. España no se rompe, acaba de declarar Quintana. Eso, por no frotarse las manos.

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