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Cristina Losada

Un periodista y la caída del Muro

Riccardo Erhman deja un recuerdo imborrable que ennoblece el oficio periodístico. Descanse en paz.

Riccardo Erhman deja un recuerdo imborrable que ennoblece el oficio periodístico. Descanse en paz.
Riccardo Ehrman. | ©ONAT / josealbertopuertas.com

Hace ya treinta y dos años, y se nota. La caída del Muro de Berlín es hoy un hecho histórico y no un asunto noticioso. Incluso como hecho histórico ha perdido la potencia que tuvo como decisiva señal del ocaso de una ideología, un sistema y unos regímenes que hasta poco antes de 1989 parecían pétreos e indestructibles. Entonces, pocas dictaduras habían durado tanto como las comunistas y, a pesar de que su influjo estaba en retirada, aún persistía el eco, especialmente allí donde el comunismo no se había impuesto. Como solía decirse, era en los países con regímenes comunistas donde había menos comunistas y era en las democracias liberales donde había más, sobre todo en los privilegiados ámbitos intelectuales y universitarios.

Traigo aquí la caída del Muro por una noticia triste, que es el fallecimiento del periodista Riccardo Ehrman, quien no sólo estaba allí aquel 9 de noviembre de hace treinta y dos años, sino que además provocó, en cierto modo, que el Muro de Berlín desapareciera de facto en unas pocas horas, y para ser exactos aquella misma noche. Ehrman, que vivía desde hacía años en Madrid, era en 1989 el corresponsal de la agencia de noticias italiana Ansa, y acudió como otros periodistas a la conferencia de prensa de las autoridades de la Alemania oriental, cuya denominación oficial, República Democrática Alemana, nunca pudo ocultar la realidad de una dictadura comunista.

Como todas las dictaduras comunistas, la RDA no permitía salir del país a sus ciudadanos-súbditos, salvo con el permiso y las condiciones impuestas por el partido, que, a su vez, controlaba el Gobierno y el Estado. Pero en 1989 el mundo comunista se agitaba atravesado por múltiples crisis. Un par de años antes, en la Unión Soviética, centro de poder del imperio comunista, el nuevo líder, Mijail Gorbachov, había tenido que anunciar planes de reforma. La glasnost y la perestroika semejaban algo parecido a una apertura, y en todo caso señalaban que la URSS ya no iba a responder a las protestas y demandas de libertad con la fuerza militar, como había hecho años antes en Checoslovaquia, Hungría y en la propia Alemania Oriental.

En otoño de 1989, cuando se convoca aquella rueda de prensa, muchos ciudadanos de Alemania Oriental se estaban manifestando en las calles para reclamar, entre otras, la libertad de salir del país. El 4 de noviembre se congregaron nada menos que medio millón de personas en la Alexanderplatz berlinesa. En verano, muchos ya habían aprovechado la relajación de algunas fronteras de otros países comunistas para marcharse. Los alemanes del Este llevaban 28 años encerrados por un Muro que contaba con continua vigilancia y desde el que se disparaba a matar al que intentara pasar al otro lado. Entonces, el régimen de Berlín Oriental hacía frente a una situación inédita y fluctuante, ya sin la ayuda del puño de hierro soviético. Unas semanas antes había dimitido Erich Honecker, hasta ese momento líder indiscutible.

La propia rueda de prensa, celebrada en el Centro Internacional de Prensa, sito en la calle Mohren, era un síntoma del cambio. Ehrman, como solía contar él mismo, llegó un poco tarde a la rueda, oficialmente destinada a informar sobre el pleno del Comité Central del partido comunista (SED, Partido Socialista Unificado de Alemania). La principal autoridad presente era Günther Schabowski. El periodista italiano se sentó a los pies de la tribuna, como indican las fotos que se han conservado. Desde allí, armado con bloc y bolígrafo, muy cerca de Schabowski y los otros funcionarios, lanzó una pregunta sobre el borrador de una ley de viajes que se había anunciado.

Schabowski, que no había estado en las reuniones del Comité Central, desconocía los detalles. Después de buscar en los documentos que tenía, dijo que los viajes particulares se iban a poder realizar sin requisitos previos. Fue entonces cuando el periodista tuvo la inspiración y preguntó cuándo entraba en vigor el nuevo reglamento. Schabowski respondió: "Esto entra en vigor, según mi conocimiento, desde ahora mismo, de inmediato". Eran alrededor de las seis y cuarto de la tarde. Cuando escuchó esas palabras, Ehrman tuvo claro que el Muro había caído, y así lo anunció a través de su agencia. La voz de que se podía pasar al otro lado se corrió de inmediato en Berlín Este y miles de personas se acercaron a los puestos de control del Muro, que se abrieron por primera vez desde su construcción.

Schabowski había cometido un error, pero la apertura del Muro era imparable y su caída también. El resto de la historia ya lo conocemos o deberíamos conocerlo. Queda para siempre ese instante en que la pregunta de un periodista desencadenó uno de los acontecimientos más emocionantes de la historia reciente, en especial para los alemanes a uno y otro lado del Muro ignominioso. Ehrman recibiría, años después, la Orden del Mérito de la República Federal Alemana. Hubiera merecido más reconocimiento. Hombre sencillo, afable y dispuesto a contar una y otra vez aquella experiencia a quien tuviera interés en oírla, su figura deja un recuerdo imborrable y ennoblece el oficio periodístico. Descanse en paz.

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