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Cristina Losada

Y los CDR apretaron

A quién le puede extrañar que haya brotado, en este caldo de cultivo, un grupo como el que acaba de ser detenido.

A quién le puede extrañar que haya brotado, en este caldo de cultivo, un grupo como el que acaba de ser detenido.
El presidente regional de Cataluña, Quim Torra, en una imagen de archivo | EFE

Los partidos separatistas y sus compañeros de viaje comunes no han dejado lugar a la duda. Lejos de acogerse a la prudencia ante la detención de nueve personas vinculadas a los CDR, sospechosas de planear atentados terroristas para las próximas semanas, salen en tromba a denunciar que la operación es un montaje para asociar el independentismo al terrorismo. "El movimiento independentista es pacífico y siempre lo será", clama el presidente de la Generalitat, Quim Torra. Si lo fuera, que no lo es, lo que hubiera hecho Torra es desmarcarse: desvincular de inmediato a su partido y a su Gobierno de unos individuos que almacenaban material que sirve para fabricar explosivos, probaban bombas de fabricación casera y disponían de planos de edificios públicos, como el de un cuartel de la Guardia Civil.

En ninguna parte se toman a la ligera datos como los expuestos, aunque sean sólo los iniciales y la operación siga en marcha. En ningún lugar del mundo democrático autoridades como un presidente regional, como diputados, alcaldes y concejales, se posicionan y manifiestan a favor de sospechosos de planear atentados y en contra de los jueces y la policía que los investigan y detienen. Conocemos las excepciones: los partidos que son brazo político de organizaciones terroristas, sus representantes y sus cómplices, esos sí. Esos sí denuncian las detenciones como "represión del Estado" y montan manifestaciones de protesta. Qué maldita coincidencia. Las primeras reacciones de los separatistas catalanes siguen un modelo que conocemos bien.

El caldo de cultivo para la aparición de grupos dispuestos a llevar la violencia al grado del terrorismo es conocido igualmente. Ese caldo de cultivo se ha ido espesando desde el 1-O hasta hoy. El separatismo ha levantado la bandera blanca –un pacifismo que presumen congénito, a pesar de los precedentes– como parapeto y salvoconducto para justificar y alentar actos de violencia de distinto tipo, incluida aquella colindante o concordante con el terrorismo de baja intensidad. No es cosa de enumerar, una vez más, todo cuanto han hecho los CDR que entra en esa categoría. La cuestión decisiva, en lo que al caldo de cultivo atañe, es que la dirección política separatista ha exculpado siempre cualquier acto de violencia, por la vía de negar que se tratara de violencia. Aunque su aliento no se ha limitado a dejar mal olor.

Torra llegó a la presidencia autonómica presentando como credencial la pertenencia de toda su familia, así lo dijo, a los CDR. Luego los animó a apretar: "Apretad, apretad, hacéis bien en apretar". Esto, los pacíficos congénitos dirán que es algo dicho con sentimiento. Pero es consentimiento. Consentía Torra, y con él el resto, los actos de violencia de esos comités de defensa de la república inexistente. Y cómo no, si en el imaginario de Torra los grandes héroes del independentismo, los que marcaron el camino, los pioneros, fueron tipos como los hermanos Badia y Daniel Cardona, todos dados a la violencia. Nada simbólica.

Aún hay héroes más recientes y no menos violentos. La consagración como dirigentes del movimiento independentista de Carles Sastre, condenado por el asesinato del industrial José María Bultó, y de Frederic Bentanachs, otro de los fundadores del Terra Lliure, es un símbolo, sí, pero un símbolo de exaltación de la violencia terrorista. Y con ambos se ha retratado, en actitud afectuosa y deferente, el presidente de la Generalitat. Claro que la querencia por los terroristas retirados, y en ningún caso arrepentidos, no es un rasgo personal y peculiar de Torra. Basta ver el cariño y la admiración que profesan a Arnaldo Otegi las masas independentistas. Otro pacifista de toda la vida.

A quién le puede extrañar que haya brotado, en este caldo de cultivo, un grupo como el que acaba de ser detenido. No sorprenderá a nadie. Y menos a los que escucharon los gritos a favor de Terra Lliure que sonaban en las protestas independentistas. Por si quedara alguna duda de que los partidos separatistas sabían lo que hacían al alentar a los radicales, su defensa cerrada de los sospechosos detenidos la despeja. Son familia.

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