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Cristina Losada

Zapatero se divierte

Ni el modelo de crecimiento se transforma por ley, ni la economía sostenible es un concepto que pueda sostenerse. Su utilidad no es económica, sino política.

En plena Gran Depresión, un economista e ingeniero norteamericano llamado Stuart Chase publicó A new deal, libro cuyo título se cree que fusiló Roosevelt para darle nombre a su política económica. Al final de la obra aparecía una pregunta que se ha hecho célebre: "¿Por qué los rusos han de ser los únicos que se diviertan rehaciendo el mundo?". Una de las grandes diversiones que tenían por entonces los soviéticos consistía en cambiar el modelo productivo por completo. Gracias al trabajo forzado y esclavo, a las colectivizaciones y a las hambrunas, lo consiguieron. Y también lograron poner en pie –y exportar– la economía más insostenible que se haya visto nunca. Veinte años después de su ocaso, todavía hay recalcitrantes dispuestos a mantener que el Estado puede y debe de sustituir al mercado.

Zapatero también quiere divertirse. Sólo como diversión y entretenimiento se puede entender la Ley de Economía Sostenible. De ahí el suntuoso espectáculo que ha organizado para anunciarla, como si de una gala de los Oscars se tratara. Tantas estrellas, tanto lujo y tanto derroche, se dirá el espectador, no serán para nada. Pues sí. Para nada bueno y para nada serio. Salvo que por serio se entienda fabricar un embeleco para la repesca de votantes. Ni el modelo de crecimiento se transforma por ley, ni la economía sostenible es un concepto que pueda sostenerse. Su utilidad no es económica, sino política. Como su pariente, el "desarrollo sostenible", sirve para proveer de buena conciencia y superioridad moral a quienes lo suscriben. Es todo cuanto necesitan quienes creen que el planeta está abocado a la catástrofe, pero no quieren hacer ninguno de los sacrificios que su salvación demanda. Basta apoyar a los voceros de lo sostenible, para disponer del carné de persona comprometida y dormir a pierna suelta.

Las profecías apocalípticas tienen su público, desde luego. Poco importa que, como aquellas del Club de Roma, no se cumplan. La profecía incumplida no disuade a los creyentes. Pero, además, tiene lo "sostenible" otro atractivo. Su invocación permite acrecentar la intervención del Estado. Pues la izquierda se funda en el optimismo antropológico, pero desconfía de modo radical del ser humano. La coacción es, por ello, la norma. Como es norma que los resultados de sus grandiosos planes y leyes sean los opuestos a los que pretendían. De modo que podremos felicitarnos si el único prodigio que obre esa ley de alfombra roja es sacar al PSOE de su bache en los sondeos. Que la diversión, en fin, nos sea inocua.

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