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Cristina Losada

ZP en su globo

Pero la evidencia definitiva de que no hubo vuelco electoral por el 11-M radica en las facultades adivinatorias del presidente: meses antes de las elecciones, ya había pronosticado que ganaría

Era una sospecha y ya es una certeza. El PSOE mantiene a Rodríguez Zapatero, desde antes incluso de su llegada a La Moncloa, en un globo aerostático, a salvo de las turbias aguas y los bajos fondos de la política real. De la que hacían otros dirigentes y ex dirigentes de su partido entre el 11 y el 14 de marzo. Por ejemplo. Pero en ese globo que le mantiene en su inane condición "buenista", el presidente dispone de una bola de cristal que, consultada en la tarde del once, le inspiró la verdad, la única "cierta y segura": el atentado había sido obra del terrorismo islámico radical, ése que hasta hace un cuarto de hora llamaba "internacional".
 
No lo sabía por ningún colega bien situado, que hubiera filtrado al PSOE datos que quizás no pasaban con igual celeridad a sus superiores, sino por sí mismo, por pura lógica. Había aparecido una furgoneta con una cinta de versos coránicos y "¿qué significado podía tener?" La lógica de ZP no avanza más allá del punto que necesita para confirmar lo que quiere hacer creer. Cuando los autores de un atentado dejan pruebas como ésa y otras que fueron apareciendo con pasmosa rapidez, y las corroboran con un vídeo antes de las elecciones, el significado de su macabra acción cobra una entidad preocupante. Si su objetivo no era influir en el voto, lo disimularon de maravilla.
 
Pero la lógica de ZP no solo es limitada. También se estrella contra las declaraciones de los jefes policiales. Aquí el presidente nos regaló con unas parrafadas casi dignas de un marxista, sector Groucho. No podía haber dos líneas de investigación cuando solo había una línea de investigación, repitió de varias formas. Gran hallazgo. Y él, que no había hablado con ningún responsable policial, sabía –por lógica o bola, pues– que no había más que "una línea" desde la tarde en que se le iluminaron las neuronas. De esa deducción suya, la gran acusación: el PP practicó un "engaño masivo". Dejó claro que no pudo saberlo por los jefes de entonces: ninguno sigue en su puesto.
 
Los nuevos jefes, como Telesforo Rubio, que acudió a una sede del PSOE a tomarse una tila antes de comparecer, le prepararon, a cambio, un dossier que ZP le atizó a la Comisión a modo de somnífero, para demostrar que ni una conexión hay ni puede haber ni hubo jamás entre el terrorismo islamista y la ETA. Acusan los socialistas al PP de empeñarse en descubrir la huella etarra en la masacre. Se petrifica el PSOE en lo contrario. Parece que les va en ello el pan. Y lo adoban con solemnidad: concluyente, cierto, verdad, absoluta, seguro, datos, hechos. Ninguno de los flecos sueltos del 11-M perturba el sueño del inquilino de La Moncloa. ¡Quién pudiera vivir en el globo ése!
 
Claro que, habitándolo, puede proferirse sin pestañear, como prueba de que el atentado no buscaba influir en los comicios, que "el terrorismo islámico internacional ataca cuando puede". Y sellar la engañosa obviedad con un "no valoremos ni las intenciones de los terroristas porque es darles valor a los terroristas". De modo, que es mejor cerrar los ojos a la realidad de los objetivos del terror y, cuando venga bien, ceder a ellos sin mala conciencia. Como hizo ZP al retirar las tropas de Irak antes del plazo que él se había dado. De donde viene "el cuento" de la cobardía y de la traición, que no se encargó de popularizar urbi et orbi más que el propio ZP con su decisión y su llamada a la deserción general desde los minaretes de Túnez.
 
Pero la evidencia definitiva de que no hubo vuelco electoral por el 11-M radica en las facultades adivinatorias del presidente: meses antes de las elecciones, ya había pronosticado que ganaría. Dicen que suele acertar los resultados de los partidos de fútbol. Tal vez debería contratarle el CIS, que pinchó en los sondeos previos al famoso catorce. Desde el globo, se debe ver más allá. Aunque parece que se pierde memoria, no se gana peso político y no se adquiere tampoco respeto por la verdad.

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