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Europa League

Daniel Blanco

Atlético - Athletic 2012: la final mágica de Falcao

No había favoritos pero los dos equipos habían jugado muy bien ese año. La final de los dos golazos de Falcao.

No había favoritos pero los dos equipos habían jugado muy bien ese año. La final de los dos golazos de Falcao.
Radamel Falcao, autor de dos goles en la final de la Europa League de 2012 ante el Athletic. | Archivo

La capital de Rumanía, Bucarest, amaneció atestada de españoles la mañana de aquel 9 de mayo de 2012. Se habló entonces del mayor éxodo de aficionados para ver un partido de fútbol, mayor incluso al de 2000 en París cuando Real Madrid y Valencia jugaron la final de Champions. Volvían dos equipos patrios a jugar una final europea, esta vez la de la Europa League y no había favorito claro. Atlético de Madrid y Athletic de Bilbao luchaban por el cetro en un partido que se presentaba apasionante.

Hablaban muchos de la inercia atlética, la gran temporada europea de los de Simeone, un novato en el banquillo (llegó en enero de ese año) pero que ya había impregnado a su equipo del carácter que hemos visto los nueve años restantes. Tras pasar un grupo más o menos sosegadamente, con Goyo Manzano en el banquillo, los colchoneros habían eliminado a la Lazio, al Besiktas, al Hannover y al Valencia en las rondas eliminatorias. Se presentaban en Bucarest con ganas de volver a triunfar, dos años después, en esta competición. No estaban acostumbrados los atléticos a ganar dos títulos tan seguidos.

Hablaban bastantes de ese Athletic de Bielsa, perfectamente engrasado y que había jugado de fábula todo el año. Paris Saint Germain, Salzsburgo y Bratislava habían quedado atrás en el grupo, pero lo mejor de ese equipo vino en varios encuentros de la rondas eliminatorias. El Lokomotiv de Moscu fue el primer escollo pero recordados fueron los encuentros de Old Tradfford ante el United y de Gelsenkirchen ante el Schalke. Dos victorias heroicas que catapultaron a los bilbaínos a las semifinales donde tuvieron que lidiar con el rocoso Sporting de Lisboa. Tras la derrota en Portugal, San Mamés se visitó de gala el 26 de abril para remontar de manera furibunda aquella eliminatoria. Era la primera final europea en 35 años, tras la perdida ante la Juve en 1977. Era algo histórico.

Se habló bastante más de la final antes que durante el encuentro porque no hubo historia. Falcao marcó muy pronto y encarriló al borde del descanso. Los dos goles son una barbaridad, el primero a la escuadra y el segundo con ese recorte a Aurteneche. Se habló mucho por entonces del cansancio físico de los vascos y de cómo exprimió Bielsa a aquella plantilla. Nadie puede dudar de la labor del argentino, estadísticamente hablando. Si los números hablaran por su frialdad, lo harían de dos finales conseguidas, esa de Europa League y la de Copa a disputar dos semanas después. Nadie discute nada al técnico, sólo la forma en la que se llegó a la meta.

El gol de Diego, casi al final, acabó de completar un partido grandísimo de los atléticos. Era el tercer título en dos años, tras la UEFA 2010 y la Supercopa de Europa. Pocos meses después vendría el cuarto con otra Supercopa europea. Ese Atlético empezaba a sacar las uñas y a salir del túnel. Ese Athletic perdió la final de Copa ante el Barcelona, 17 días después. Fue un gran año pero se llegó sin resuello al momento final.

De la final queda el enfrentamiento táctico, monumental, entre dos amigos, pupilo y maestro que se mostraron respeto mutuo antes de aquella noche. Simeone, dirigido por Bielsa, en el Mundial de Corea y Japón con la selección, dijo que el Loco era un genio, un maestro en los banquillos. Bielsa confesó que el Cholo y él habían acordado no hablarse hasta un mes después de la final, aunque el contacto era muy frecuente. Había que mantener las distancias. De tantas guerras ganadas por el aprendiz al maestro esta es una de las más recordadas.

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