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Daniel Blanco

El carácter cambiante de Cristiano

Esa rabieta de quinceañero que echa por tierra todo lo que ha ganado personalmente. Incluso estas actitudes que las había desterrado de su repertorio.

Esa rabieta de quinceañero que echa por tierra todo lo que ha ganado personalmente. Incluso estas actitudes que las había desterrado de su repertorio.

No hay que mezclar los términos. Si eres el mejor futbolista del mundo se te alaba, se te agasaja, se te reconoce que eres el mejor, se evidencia que, hasta ahora en esta temporada, no hay debate. Cristiano Ronaldo está por encima de Messi. Es verdad que el argentino ha marcado siete goles en los últimos cuatro partidos y que Ronaldo estuvo mal en Córdoba y lleva tiempo sin estar a su máximo nivel. Pero no confundamos. Cristiano está todavía por encima.

Otra cosa muy distinta es la penosa actitud del portugués el otro día, expulsándose él sólo tras una patada y un puñetazo a Edimar, jugador del Córdoba. Una actitud que, por otro lado, no es nueva. Cuando pierde los nervios, poco últimamente, le sale a Cristiano ese niño que lleva aún dentro. Esa rabieta de quinceañero que echa por tierra todo lo que ha ganado personalmente. Incluso estas actitudes que las había desterrado de su repertorio. Un astro del balón no puede cometer el error del otro día. Una expulsión que, de milagro, no acabó en susto, el que le hubieran dado al Madrid si no saca los tres puntos del Arcángel.

Cristiano ha sido expulsado nueve veces en su carrera. Una barbaridad tratándose de un delantero. Algunas algo injustas (dos en la Premier son de risa y la de Bilbao del año pasado es muy rigurosa), pero el número está ahí. En el Madrid ha sufrido cinco y cuatro son rojas directas. Eso se lo tenía que hacer mirar el jugador.

No es Cristiano un jugador violento, ni mucho menos. Pero sí es un jugador que no es tranquilo en el campo. No pierde los nervios con facilidad, pero entra a una refriega si tiene que entrar. Es calmado y arisco a la vez. Es una mezcla que ha de contener y que ha conseguido mitigar a partir del segundo año en España. Las actitudes de Ronaldo son deportivas, la mayoría, pero hay veces que le pierden los nervios.

Digamos que consiguió placar esas cosas por las que se revolvía habitualmente. Eso lo ha ganado. Le siguen perdiendo otras cosas como celebrar los goles con ese énfasis desmedido que le llevaron a tener unas durísimas críticas de muchos aficionados al deporte rey cuando celebró el 4-1 al Atlético en la final de Champions de manera exagerada. Él se justificó con un documental que estaban grabando sobre ese partido. Lo que no justifica nadie es la celebración, con ese saltito ya famoso, de todos los goles que marca, algo que sigue haciendo aunque le marque el octavo gol al Deportivo en Riazor, el quinto al Elche en el Bernabeu, o el cuarto al Eibar en Ipurua.

Lo gestiona todo de maravilla en su carrera. Alterna bien ese mal carácter, con lo bueno que es, el mal perder con los goles que hace para el equipo. Será parte de la historia del fútbol pero por golazos increíbles, por levantarnos del sillón en muchas ocasiones. No por ser expulsado y retirarse del campo, quitándose el polvo de su escudo de campeón del mundo. Quizá eso no, Cristiano. Por ahí, no. Tampoco por esa expulsión que puede traerle dos, tres o cuatro partidos de sanción, según le dé al Comité de Competición. Será que yo pido mucho, pero a mi ese Cristiano me repele.

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