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Daniel Blanco

Messi y sus formas

A una estrella se la despide de otra manera, como a Totti en la Roma. O como el propio club despidió a Puyol. No de esta forma cutre y cochambrosa.

Debió dolerle en el alma el 2-8 en Lisboa frente al Bayern. Debió costarle sacarse el puñal del corazón. A Leo Messi la paciencia le llegó al límite tras la mayor debacle jamás vista en el seno del Barcelona. Una derrota así le hace plantearse el futuro a cualquiera pero, precisamente por eso, un capitán de un club como el culé debería ejercer de líder. Y Messi ha demostrado no serlo fuera del campo.

Debería haber levantado la voz el astro argentino, el mejor jugador en la historia del club. El que ha marcado un antes y un después en el seno barcelonista. Porque el club ya existía antes pero Messi ha elevado su potencial hasta llevarlo a ser un trasatlántico mundial con su aportación estos 14 años. Debería aparecer, sentarse ante los medios y expresar lo que siente. Me temo que no gustaría a los socios escuchar a Messi. Se siente defraudado por la ineptitud del peor presidente que tuvo nunca este equipo. Se siente herido pero nunca debe sentirse avergonzado del que te ha dado de comer tres lustros, de la entidad a la que te debes como jugador y capitán.

Nunca debió acudir al burofax para marcharse, nunca debió usar ese método de comunicación. El burofax es el divorcio, pero es más que eso. Es dejar las maletas fuera de casa para que tu amor las recoja. Es irse sin irse, decir que ya se ha acabado todo cuando nadie lo asume. Nunca debió permitir que su despedida en el Camp Nou fuera esta, desoladora, triste, sin la oportunidad de que la gente reconozca tu labor. Messi ha sido todo y se va a marchar con la sensación de ser mucho menos. Se va con la sensación insólita de ser un extraño cuando eras el dueño del corazón de muchos aficionados.

No está exento Bartomeu de esta infamia. El presidente se remite a una claúsula, por ahora fantasma porque la han visto pocos, que, en teoría, le deja a Messi decidir su futuro. Dicen que antes del 10 de junio de cada año pero no está claro porque el propio presidente dijo en TV3 hace un año que eso no existía, que Messi se podría marchar gratis un año antes de que acabara su contrato. Todo es muy confuso, lejos de la claridad que exige el momento. Despedir a una leyenda debe ser otra cosa, no debes sobrevivir a la misma sólo porque eres el presidente sino que debes acercar posturas. Y, en el peor de los casos, debes marcharte antes.

Pero siendo Bartomeu un personaje nocivo para la historia reciente, debemos admitir las malas formas del capitán, las malas artes para intentar bajarse del barco. Una derrota como esa es lo que tiene, debe ser complicada de asumir, pero también la del Calderón en 2016, la de Turín en 2017, la de Roma en 2018, y la de Liverpool el año pasado. Todas deben ser complicadas, y en todas estuvo Messi sin aparecer en ninguno de los escenarios. A un capitán se le exige otra cosa. Al menos dar la cara, al menos estar con los tuyos, con los aficionados. Si algo te importa el club, el comportamiento debe ser de leyenda en todos los sentidos, como jugador y como líder, si es que tienes madera de serlo.

Como se resuelva este conflicto solo lo saben Bartomeu y Leo Messi. Para uno la solución es clara, exigir, como es también lógico, todo el dinero posible. Para el otro salir airoso, algo ya complicado. Para los dos la salida es nula. Han quedado marcados por este final de película de serie B, ridícula. A una estrella se la despide de otra manera, como, por ejemplo, a Totti en la Roma. O como el propio club despidió a Puyol. No de esta manera cutre y cochambrosa. Pero es que el Barcelona se ha convertido ya en un club a la deriva. No sabemos por cuánto tiempo.

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