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El creador del virus Melissa, David L. Smith, ha sido condenado en EEUU a 20 meses de prisión y 5.000 dólares de multa por su hazaña. El virus fue propagado por este individuo hace tres años, siendo uno de los primeros códigos maliciosos, de entre los que utilizan el correo electrónico para propagarse, que mereció la atención del mundo informativo.

El virus era relativamente inocuo para los usuarios contagiados, pues su acción se limitaba a refugiarse en el ordenador del usuario y enviarse a sí mismo a cuantas direcciones pudiera. Sin embargo, entre el tiempo perdido en eliminarlo, los servidores de correo que saturó y el ancho de banda que absorbió se calcula que terminó provocando unas pérdidas de unos 80 millones de dólares. Sabiendo este dato, los jueces federales parecen, incluso, benignos.

En Estados Unidos, que tanta ventaja nos lleva en la Red, tanto para lo bueno como para lo malo, ya empiezan a tener leyes al respecto. Pennsylvania, por ejemplo, aprobó hace dos años una que permite condenar a siete años de prisión a quienes propaguen intencionadamente un virus. Es importante darse cuenta del detalle: se condena por propagar y no por crear. Está claro que no es lo mismo evadir impuestos que redactar manuales que expliquen cómo hacerlo.

Los daños y dolores de cabeza causados a millones de usuarios justifican esto, y más. Recientemente se ha descubierto que el autor del virus Klez, que se calcula que ya lleva infectados alrededor del 7 por ciento de los PC mundiales, ha ocultado en el código un mensaje pidiendo empleo. Debería ofrecérselo algún policía de paisano para ver si picaba y podían meterlo entre rejas. Debo atestiguar que yo recibo una media de entre diez y veinte mensajes diarios con diversas variantes del virus de marras, así que quizá no sea del todo objetivo.

No sé por qué, pero sospecho que en nuestro país cualquiera de estos tipos hubieran sido elevados a los altares como genios informáticos nacionales, la policía hubiera sido acusada de franquista por su detención y un juez, a ser posible barcelonés, les habría puesto en libertad sin cargos porque su derecho a la libertad de expresarse con virus es más importante que el derecho a la propiedad de los damnificados.



Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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