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Las personas que se esconden tras las pesadillas de miles y miles de usuarios son normalmente jóvenes cuya principal motivación es la elevación de la autoestima, bien extremadamente apreciado por informáticos adolescentes de todas las edades. Resulta, quizá, sorprendente que alguien pretenda ser apreciado por obras de destrucción sin más objeto que la destrucción. Pero es que realizar un virus, un virus "exitoso", no es una tarea sencilla. De ahí que crear una nueva forma de infectar computadoras sea una creación ingeniosa de la que el autor se siente, con frecuencia, muy orgulloso.
 
Entre que los castigos por infectar ordenadores han ido creciendo e incluyen penas de prisión en muchos países y que, en realidad, el ego de estos programadores se siente satisfecho con la aprobación de sus pares, muchos virus no son publicados más que en forma de código fuente en páginas web especializadas. Muchos de ellos envían a las compañías antivirus sus creaciones cuando las publican en la red, para que las vacunas estén listas incluso antes de que se produzca contagio. Sus revistas electrónicas están protegidas por el derecho a la libertad de expresión, del mismo modo que la posesión de armas debería estar protegida por el derecho a conservar la propia vida, aún siendo ambos un peligro.
 
A pesar de todo, muchos virus ahora son contagiados por gente lo suficientemente tonta como para exponerse a los riesgos de ser atrapado. Personas incapaces de crear ellos mismos los virus y que tampoco son muy duchos a la hora de esconder el origen de la plaga. Son creadores de virus por el viejo método de copiar y pegar. En ocasiones, incluso los activan sin darse mucha cuenta de que lo están haciendo, lo que no debería ser óbice para su persecución penal, aunque pueda ser un atenuante, para prevenir en lo posible la pasión por estos códigos maliciosos. Porque los virus, aunque no destruyan la información del disco duro, provocan grandes pérdidas y múltiples dolores de cabeza por su mera difusión.
 
Pero el verdadero riesgo es el de quien aprende estas técnicas con intenciones criminales. Que procuran que sus creaciones se expandan calladamente con el objeto de abrir una puerta trasera que les permita entrar en los ordenadores infectados, o que procuran engañar a los usuarios haciéndoles creer que deben enviarles los números de sus tarjetas de crédito. Es la mayor amenaza para los usuarios, y se sospecha que viene, principalmente, de Asia.

Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.

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