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Daniel Rodríguez Herrera

Eugenesia políticamente correcta

Un debate serio debería empezar por reconocer que abortar por esos criterios tiene un nombre, y es eugenesia. Algo a lo que el progresismo, desde comienzos del siglo XX hasta ejemplos tardíos como Salvador Allende, ha sido muy proclive.

La izquierda basa su superioridad moral en que defiende a los más débiles, frente a la malvada derechona fascista, que los explota. Naturalmente, hemos de creerles porque lo dicen, no porque sus actos lo demuestren. Ahora mismo, por ejemplo, Rubalcaba está anunciando una especie de ofensiva mediática a favor del funcionario público, que como todos ustedes saben es el trabajador más débil en este país de casi seis millones de parados.

Pero es en el asunto del aborto donde más se revela la falsedad de esa supuesta virtud de la izquierda, que apoya aquí con firmeza la eliminación de los seres humanos más débiles de todos, aquellos en que aún no han nacido. La ciencia ha avanzado lo suficiente como para hacernos saber que desde el mismo instante de la concepción existe un ser vivo distinto al padre y a la madre, con su propio material genético, y que al contrario de lo que rebuznaba Aído pertenece a la especie humana y es, por tanto, un ser humano.

Evidentemente existe un debate más fino, en el que jamás encontraremos a las manadas del "nosotras parimos, nosotras decidimos". Es aquel que separa "persona", un concepto ético, de "ser humano", algo puramente biológico, considerando como merecedor de protección sólo a lo que clasifiquemos como personas. Dentro de este debate, la postura más absurda es la de considerar que un ser humano pasa a ser persona por un mero cambio de ambiente, que es lo que sucede cuando nace. Casi tiene más lógica, por monstruosa que resulte, la idea de que hasta que un niño no demuestra tener conciencia de sí mismo no sería persona, y por tanto un bebé merecería tener el mismo tratamiento que un feto.

Pero es un debate en el que no existen certezas absolutas, lo cual sienta mal, a mí el primero. Es muy coherente considerar que todo ser humano es persona, desde luego mucho más que las opciones que la progresía suele manejar. También se puede considerar que esa línea de separación entre humano y persona sea el momento en que el sistema nervioso se "conecta", si me disculpan el término demasiado informático. O que no existe tal línea y que durante la gestación nos vamos convirtiendo en personas, y por tanto adquiriendo derechos, de forma progresiva. No estoy seguro. Pero, en la duda, y si no existen causas de fuerza mayor, lo razonable parece no matar a seres humanos sobre los que no estamos seguros si son personas. La categoría de "no persona" ha sido empleada en demasiadas ocasiones para el exterminio; deberíamos usarla con algo más de cuidado.

Pero en España nos va la brocha gorda, así que estas preguntas ni siquiera han saltado al debate. Lo único de lo que se ha hablado es de la intención de Gallardón de impedir que las enfermedades y malformaciones del feto permitan abortarlo, y no han sido de mucha altura los argumentos de políticos e intelectuales. Desde la imbecilidad de calificar de "monstruos" a, por ejemplo, niños con el síndrome de Down a la pobreza argumental del "es que lo hacen todos", llamar "debate" a lo que ha ocurrido después del anuncio de Gallardón es devaluar el término. Un debate serio debería empezar por reconocer que abortar por esos criterios tiene un nombre, y es eugenesia. Algo a lo que el progresismo, desde comienzos del siglo XX hasta ejemplos tardíos como Salvador Allende, ha sido muy proclive. Porque, en el fondo, lo de defender al débil sólo es cierto si el débil les puede servir de mascota.

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