A veces pienso que, siguiendo las noticias que sobre la red de redes se publican, se podría crear una columna específica en la línea de mi admirado Carlos Rodríguez Braun. Quizá la mayor tontería, no por repetida menos grave, que padece el internauta más o menos entusiasta es la acusación de maldad impenitente que parece recaer a la mínima sobre nuestro querido medio de comunicación.
Hoy, de nuevo se lee en grandes titulares esas acusaciones, más o menos explícitas, al papel de Internet en el mundo actual. El "terrorista del zapato" compró los explosivos gracias a Internet, nos cuenta elmundo.es, repitiendo la noticia publicada por el británico The Guardian. Leyendo más atentamente nos enteramos que Internet le permitió conocer a un contacto, que fue quien le proporcionó todo el material necesario para hacer volar el avión, con el amable permiso de las autoridades aeroportuarias.
¿Cómo titularían los responsables de ambos periódicos si Richard Reid hubiese encontrado a su contacto en el listín telefónico, o preguntando en tiendas de dudosa reputación? Simplemente algo como "Se han encontrado a los proveedores del explosivo utilizado por el terrorista del zapato". Algo más ajustado a la realidad. La responsabilidad pertenece a las personas, no a los medios que utilizan. Temo empezar a parecerme a Juanjo de la Iglesia. Bueno, en tal caso sigamos con la broma. ¿Por qué no lo titulamos como "Gracias a Internet, cualquiera puede volar un avión"? Así nos aseguraríamos de decir lo que queremos decir.
Dado que los diarios no se distinguen por la elevada ración de buenas noticias que ocupan sus páginas, cada vez que aparece Internet en los titulares es como para echarse a temblar. Incluso el periódico español con la mejor versión digital de entre las publicaciones en papel, mantiene la costumbre de culpar al mensajero, siempre y cuando éste sea Internet. Y con esas seguiremos, mientras los redactores no se acostumbren a mirar la red como un elemento más de la vida diaria, como lo que es para cada vez un mayor número de personas en los países occidentales.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.
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