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Daniel Rodríguez Herrera

Ya tengo libro electrónico

Dice todo el mundo que la experiencia es similar a la de un libro, porque no cansa la vista y la pantalla no tiene reflejos; es cierto, pero lo que no comenta casi nadie es que realmente es mejor que el papel.

Amazon puso este verano su famoso Kindle a un precio casi irresistible. Y claro, no me he resistido casi nada. Hace ya unas semanas que me lo enviaron, a un precio de unos 150 euros al cambio con gastos de envío y aranceles incluidos, tiempo suficiente como para hacerme una idea de cómo cambia la vida de un lector empedernido el paso del papel a la pantalla.

La tinta electrónica que emplean estos lectores funciona, grosso modo, a base de acumular miles de cápsulas de dos colores: blanco y negro. Cuando cambiamos de página, aplicamos una corriente en cada píxel atrayendo las "bolitas" del color deseado y repeliendo las que no queremos. Una vez todas bien colocadas, ya no hace falta electricidad para mantenerlas en el estado en que se hayan quedado. Es como si cada vez que cambiáramos de página se borrara físicamente la anterior y se escribiera la nueva. Eso permite que la batería dure semanas, a no ser que nos dediquemos a cambiar de página compulsivamente, pero obliga a tener que esperar un pequeño lapso de tiempo a que el proceso termine.

Tras haberles echado un ojo a los distintos modelos que ha probado Carmelo Jordá en nuestra redacción, no creo que en lo esencial cambien muchas cosas por usar Kindle, Papyre, Boox, InvesBook o cualquier otro aparato. Ciertamente, el de Amazon tiene una pantalla con mejor contraste y sus tipos de letra son realmente agradables a la vista. Además, y quizá sea esto lo más importante, cambia de página realmente rápido, algo que se echa en falta en algunos otros modelos. Pero al final el punto esencial es dónde piensa uno comprar libros, qué formato tienen y si son compatibles con el aparato que queremos comprar. Dado que llevo comprando en Amazon todos los años desde el 1999, la elección es bastante apropiada para mí, pero bichos menos raros que yo seguramente prefieran leer en español. Para ellos, seguramente el Nook sea mejor opción, dado que al parecer funciona con los pocos que hay disponibles a través de Libranda.

En cualquier caso, comprar es hasta demasiado fácil. En lugar de esperar un mínimo de dos semanas a que lleguen por correo, con Kindle lo tienes casi inmediatamente, incluso sin necesidad de enchufarlo al ordenador si está conectado a una red wifi, lo que incentiva de forma alarmante la compra compulsiva. Y gracias al gestor de bibliotecas Calibre se pueden transformar libros electrónicos de casi cualquier formato siempre y cuando no estén protegidos por DRM, como sucede con todos los que nos compremos.

Pero lo mejor es la lectura. Dice todo el mundo que la experiencia es similar a la de un libro, porque no cansa la vista y la pantalla no tiene reflejos; es cierto, pero lo que no comenta casi nadie es que realmente es mejor que el papel. El Kindle es suficientemente pequeño como para poder llevarlo casi en cualquier bolso o mariconera por pequeño que sea y pesa menos que casi cualquier libro. Se puede leer mientras se hace otra cosa con las manos –comer, por ejemplo– porque no hay que sujetarlo para mantener la página y para pasarla basta un dedo. El tamaño de la letra no es el que el editor haya decidido sino el que prefiramos nosotros. Y si nos cansamos de un libro concreto, podemos ponernos con otro. Podemos tener miles almacenados, y todo escolar sabe que no se pueden llevar tantos en la mochila.

Por supuesto, el libro electrónico no es para todo el mundo. Si lee un libro al año o menos, por mucho que navegue por internet, casi que no le servirá de nada. Tener un dispositivo que no se conecta a Facebook ni Twitter es casi obligatorio para concentrarse como suelen exigirnos los libros. Si lo que necesita es poder leer documentación técnica, normalmente en formato PDF, un libro electrónico tan pequeño como el Kindle resulta casi inútil. Y si es un bibliófilo, de esos que adoran el tacto y el olor del papel, lo odiará a modo. El libro electrónico es el primer gadget cuyos primeros compradores no son jovenzuelos ávidos de tecnología, sino personas de mediana edad. Es un aparato distinto, enfocado a un público relativamente específico. Quizá termine siendo engullido por tabletas como el iPad, pero no será antes de que estén disponibles pantallas de tinta electrónica a todo color como Mirasol.

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