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Dario Migliucci

Italia se juega su credibilidad

Jamás un presidente del G8 había sido criticado tanto por la prensa internacional y, sobre todo, jamás los artículos de opinión de la prensa izquierdista habían coincidido tanto con los publicados por la prensa conservadora.

Comienza hoy en la ciudad de L’Aquila la cumbre de las naciones más industrializadas del planeta: por quinta vez en la historia la presidencia le tocará a Italia y por tercera vez el anfitrión será Silvio Berlusconi.

El G8 suele suponer un gran honor para el país que lo organiza, sin embargo esta vez el evento ha acabado convirtiéndose en una verdadera pesadilla tanto para Berlusconi como para el pueblo italiano. Jamás un presidente del G8 había sido criticado tanto por la prensa internacional y, sobre todo, jamás los artículos de opinión de la prensa izquierdista habían coincidido tanto con los publicados por la prensa conservadora.

En las últimas semanas Berlusconi ha acabado en el punto de mira de los periodistas de todo el mundo por algunos escándalos sexuales en los que estarían involucradas atrayentes muchachas en busca de un empleo en el mundo del espectáculo (algunas de las cuales, menores de edad) y prostitutas de lujo. El anuncio de su segundo divorcio (su esposa Verónica Lario decidió abandonarlo tras descubrir su supuesta infidelidad) fue sólo un adelanto del enorme escándalo que estaba a punto de brotar. Desde entonces, en efecto, hemos sido testigos de algunas fotos embarazosas de mujeres que pasean semidesnudas por una de sus residencias, de revelaciones comprometedoras de una mercenaria del sexo y de investigaciones judiciales sobre el supuesto consumo de drogas en sus fiestas.

El Cavaliere se defiende como de costumbre atacando y asegura que sus detractores son sólo unos izquierdistas que intentan arrebatarle el poder. La realidad, claro está, es muy diferente. En Italia se han publicados artículos venenosos en prácticamente todos los principales periódicos católicos, desde Avvenire a Famiglia Cristiana, pasando por el Osservatore Romano. Resultaría ridículo, además, tachar de comunistas a diarios como el Times o el Daily Telegraph, cuyos comentaristas han lanzado al jefe del gobierno de Roma acusaciones muy graves

Y como si todo esto no fuera suficiente, otras polémicas han sido ocasionadas por el modo en el que Berlusconi ha organizado este importante evento internacional, empezando precisamente por la elección de la ciudad que lo va a albergar. Como todo el mundo sabe, en L’Aquila hace sólo unas pocas semanas tuvo lugar uno de los terremotos más desastrosos de la historia reciente. Hace unos días un nuevo movimiento sísmico sembró el pánico entre la población y son muchos los que se preguntan qué pasaría si uno de ellos devastara el palacio en el que se estará desarrollando la cumbre. Al mismo tiempo, los ciudadanos de L’Aquila están muy alarmados ante el temor de que los grupos antisistema puedan devastar aún más una ciudad que ya no puede permitirse nuevos azotes.

La verdad es que Berlusconi jamás ha tenido suerte con la organización de las cumbres del G8. Las experiencias de 1994 y 2001 fueron desastrosas, si bien por razones diferentes. En 1994 la noticia de que los tribunales lo estaban investigado por corrupción lo colocó en una situación muy vergonzosa ante sus homólogos extranjeros, mientras que en 2001 los vándalos izquierdistas se burlaron de las deficientes condiciones del aparado de seguridad y devastaron la ciudad de Génova. Pese a las críticas recibidas en aquellas ocasiones, el Cavaliere logró seguir adelante como si nada hubiera pasado.

Quizás consiga mantenerse en el poder una vez más. Depende en parte de cómo se desarrollen las cosas en estos tres días. Habrá que esperar que no salgan a la luz nuevas indiscreciones clamorosas sobre sus controvertidas fiestas. En esta cumbre no está en discusión tan solo la permanencia en el poder de Berlusconi, sino también la credibilidad de Italia a los ojos de la opinión pública internacional.

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