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Lo de los antihéroes es un verdadero descubrimiento. Las posibilidades argumentales que tienen protagonistas radicalmente distintos a los superhéroes tradicionales son, si uno se para a pensarlo, enormes. Sin embargo, estos personajes cuentan con la desventaja de no poder evolucionar psicológicamente, a riesgo de perder su condición de antihéroes. Esto les obliga a depender siempre de la capacidad del guionista para comprenderles, lo cual, con tanto guionista mediocre suelto, es un verdadero peligro.

El ejemplo más claro de todo esto es El Castigador: unos quince años en el mundo del cómic y sigue igual de loco y psicópata que antes. No se le puede hacer evolucionar porque, claro, dejaría de ser el Frank Castle que todos conocemos y amamos, pero tampoco se le puede tener matando mafiosos otros quince años más: la serie podría caer en el aburrimiento como ya pasó antes. Toda la responsabilidad recae, pues, en el guionista de turno y su capacidad de poner al personaje en situaciones nuevas que no se salgan de lo que podría esperarse de él.

De DC y Norma nos llega Tommy Monaghan, alias Hitman, un tipo con pistolas que se encarga de matar malos. Un plagio del Castigador, ¿no?

Pues no.

Hitman es antes que nada un personaje práctico. Tiene dos de los poderes más típicos y usados de toda la historia del cómic: visión de Rayos-X y telepatía. Pero él sabe cómo usarlos. Mientras Superman utiliza los Rayos-X para ver a unos enmascarados atracando un banco, él lo utiliza para "ojear" a una chica; mientras Charles Xavier utiliza la telepatía para detectar mutantes, Hitman la utiliza para saber cuál es la comida favorita de esa chica e invitarla a cenar. Y luego está su mejor ocurrencia: ya que mata malos, ¿por qué no ganarse algún dinerillo con ello? Mientras Spiderman no tiene qué llevarse a la boca, Monaghan vive tranquilamente sin que le falte nada. Y encima se siente bien consigo mismo; al fin y al cabo, está limpiando las calles de escoria, ¿no?

Los guiones de Garth Ennis son lo que cabría esperar de él: mordaces, inteligentes, breves, llenos de tacos y salvajadas... el estilo que le ha encumbrado y convertido en uno de los guionistas más deseados del mercado americano. El dibujo de John McCrea cumple, con uno de esos estilos tirando a lo oscuro y feísta que tan de moda están ahora. Flojea en las escenas tranquilas pero lo compensa con creces gracias a su capacidad narrativa.

En definitiva, Timan es una obra entretenida, divertida e inteligente que hará pasar un buen rato a cualquiera, pero que como todos los tebeos de Ennis se hace algo corto.

Te queremos, Tommy. Siempre y cuando sigas así.


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