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Diana Molineaux

Fidel Castro, redentor

Aunque se realicen en Ginebra, las reuniones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ofrecen en Washington un espectáculo tan divertido como paradójico, a la vista de las inesperadas tensiones entre México y La Habana y los temores de Fidel Castro de que en Iberoamérica aparezca un “Judas” que lo venda a la perfidia de Estados Unidos.

Castro se frotaba las manos ante la perspectiva de un comité de Derechos Humanos en el que Estados Unidos ha perdido su escaño. Pero se encuentra con un enemigo tan improbable como México, que hasta ahora había bloqueado todos los intentos de Washington de censurar las violaciones de los derechos humanos, alegando que era el primer paso a la intromisión de los asuntos de sus vecinos hemisféricos.

Lo más curioso es que las tensiones no son tan sólo con el México de Vicente Fox quien, a fin de cuentas, es un tocayo ranchero de George Bush, sino con su ministro de Asuntos Exteriores Jorge Castañeda, un hombre acusado hasta hace poco de connivencia con las izquierdas más rabiosas. Las acusaciones empezaron a caer en Monterrey, donde Castro aseguró que Castañeda le había mandado a casa para dejar el campo libre y en exclusiva a Bush. Ahora, México le la ha salido criada respondona y va diciendo por Ginebra que “no callará” ante las violaciones de derechos humanos “en cualquier país del continente”.

Castro teme que México se convierta en el portavoz que necesita Washington, cuyos diplomáticos no pueden actuar en Ginebra y cuyos aliados europeos no muestran interés por denunciar atropellos chinos o cubanos. Si para Castañeda las críticas pueden ser todo un cumplido a su profesionalidad como diplomático, tan capaz de defender las posiciones del PRI como las del PAN, en el caso de Castro, las referencias al Judas son otra prueba más de que sigue viéndose como el redentor de su pueblo, algo irónico en quien ha hecho todo lo posible para eliminar la religión de la vida del país.

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