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Diana Molineaux

¡La economía ya no, estúpido!

El crecimiento del PIB norteamericano, el más alto en diecinueve años con un 7,2% anualizado en el pasado trimestre, explica la pérdida de interés demócrata por la economía de Estados Unidos: hace pocos días, los aspirantes demócratas a presidente lamentaban a coro el déficit, el desempleo y las dificultades financieras pero, repentinamente, su atención ha virado hacia Irak.
 
Con raras excepciones, los medios informativos norteamericanos favorecen al Partido Demócrata y esta preferencia es especialmente fuerte en Washington, donde alrededor del 90% de los periodistas votan demócrata. Cuando este martes Bush convocó una rueda de prensa, ni siquiera le preguntaron acerca del déficit que tan temible parecía hasta hace poco, ni por los pesares de los 2,6 millones de parados, sino que se concentraron en la falta de armas de destrucción masiva, la serie de atentados en el Irak y en el anuncio que Bush hizo en mayo que habían acabado los combates en Irak, algo evidentemente prematuro a la luz de la creciente ola de atentados.
 
La coincidencia es tan impensable como la unanimidad de criterios y lo más probable es que los respectivos jefes de redacción tuvieran orientaciones de sus amigos demócratas acerca de donde buscarle las llagas al presidente. Es una simetría inversa a la del primer presidente Bush: se llevó todas las medallas por conseguir el apoyo del mundo contra Sadam y pudo celebrar el fin de la Guerra Fría, pero la economía le costó la presidencia.
 
El lema demócrata en 1992 era “Es la economía, estúpido”, la frase que el jefe de la campaña de Bill Clinton, James Carville, tenía en las paredes para que lo recordaran todos sus colaboradores. Durante casi un año, los comentarios de diarios y las imágenes de televisión se centraron machaconamente en los desempleados y consiguieron hacer creer al país que la economía todavía estaba en recesión cuando, en realidad, llevaba ya dos trimestres de crecimiento.
 
Los diez aspirantes demócratas siguieron este modelo hasta ahora, pero la situación ha cambiado de repente y ahora Bush puede decir –y lo dice por todas partes– que han sido sus tan criticadas medidas reactivadoras las que han sacado a la economía del pozo.
 
Los demócratas se vuelven ahora hacia Irak, donde la cifra de víctimas norteamericanas crece, la resistencia parece cada día más fuerte y las armas de destrucción masiva siguen sin aparecer. Es una estrategia arriesgada porque la mayoría votó en favor de la intervención y porque las encuestas indican que el país todavía apoya la gestión de Bush: un 54 % sigue creyendo que la guerra era necesaria para enfrentarse a peores amenazas terroristas y tan solo el 34% cree que ha puesto al país en un peligro mayor.
 
Una prueba de los problemas demócratas la dio el presupuesto de 87 mil millones de dólares para la ocupación y reconstrucción del Irak: tras las críticas y las denuncias, los demócratas votaron en masa para conceder ese dinero porque se encuentran entre la necesidad de demostrar su patriotismo y la de condenar al presidente. Es algo tan intratable que los senadores decidieron renunciar al voto final para este presupuesto y aprobarlo por unanimidad, de forma que no haya constancia ni de conceder un dinero excesivo ni de atar las manos al presidente.

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