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Diana Molineaux

Las mieles de la victoria

Horas después de una victoria más allá de sus esperanzas más optimistas, el senador de Massachussets John Kerry empezaba a capitalizar su nueva posición de líder del pelotón demócrata y arrastraba tras de sí un enjambre de periodistas que se había trasladado al estado de New Hampshire para la siguiente ronda de elecciones primarias.
 
Las encuestas ya indicaban que Kerry iba por delante en las primarias de Iowa, donde tan solo seis días antes iba once puntos por detrás del ex gobernador de Vermont Howard Dean, quien durante meses parecía invencible.
 
Pero la diferencia de resultados fue muy grande: Kerry obtuvo el 38% de los votos, seguido de cerca con el 32% por el también senador de Carolina del Norte John Edward, muy de lejos con tan solo el 18% por Dean.
 
Kerry no esperó al día siguiente, sino que en medio de la noche viajó a New Hampshire para un recibimiento triunfal de quienes trabajan en su campaña y una atención redoblada de los medios informativos que, si bien no votan, son una excelente ayuda para mantenerlo en el centro de la atención.
 
Como es habitual en las primarias, donde los candidatos recorren los pequeños pueblos y ciudades, con actos que se celebran en panaderías, boleras o restaurantes, los candidatos punteros tienen a su alrededor más periodistas y colaboradores que posibles electores y New Hampshire no era una excepción.
 
 
El fin del camino
 
Como ya muchos esperaban, el representante de Missouri Dick Gephardt sacó las consecuencias de su derrota, peor de lo que tenía: con un 11% de los votos y en cuarto lugar. En una conferencia lacrimosa, rodeado de su familia, anunció su retirada, no solo de la carrera electoral, sino también de la vida política en que ha estado 28 años como congresista de Missouri.
 
Para Gephardt, que perdió la influyente posición de líder de la mayoría en la Cámara de Representantes en 1994, llegó el momento de hacer balance en noviembre del 2002, cuando por cuarta vez consecutiva su partido no consiguió superar a los republicanos y dimitió de su cargo como líder minoritario para concentrarse en la carrera electoral.
 
El mismo había dicho que necesitaba ganar en Iowa, donde quedó en primer lugar en las primarias de 1988 y tenía el decisivo apoyo sindical, para seguir adelante y reconoció al ver la derrota que “no es lo que esperaba”.
 
Gephardt, que empezó su carrera política como demócrata conservador, fue evolucionando para convertirse en el campeón de los sindicatos, pero los votos demostraron que no había conseguido convencer ni siquiera a sus benefactores: los miembros de los sindicatos dieron el 29% de sus votos a Kerry y tan solo el 22% a Gephardt.
 
 
¿Teniente o general?
 
Los resultados de Iowa darán seguramente una dinámica nueva a la lucha demócrata por la nominación, toda vez que ahora la lucha no parece estar ya entre Dean y el general retirado Wesley Clark, quien renunció a Iowa para concentrarse en New Hampshire, sino entre Clark y Kerry.
 
Clark, que contraponía su brillante historial militar a la inexperiencia de Dean cuando éste iba por delante, ahora tiene que vérselas con Kerry, quien también luchó en Vietnam donde se llevó varias medallas por heroísmo.
 
Es algo que, según Clark, no le ha de perjudicar, según declaró al conocer los resultados: “Kerry tan solo fue teniente, mientras que yo era general”, una frase que ayer ya repetían con cierta sorna los medios informativos.
 
Los próximos días dirán si Clark ha conseguido endurecer su coraza o sigue perdiendo la paciencia y mostrándose hipersensible a los dardos inevitables en la campaña, un problema que comparte con Dean y cuyos resultados desastrosos pudimos ver en las primarias de Iowa.
 
 
El candidato de la sonrisa
 
El gran beneficiado de la rivalidad de los punteros es el senador de Carolina del Norte John Edwards, quien pudo concentrarse en venderse a sí mismo sin criticar a los rivales en Iowa, pues tanto Kerry como Dean se dedicaban a desangrase mutuamente y dejaban el terreno libre a Edwards.
 
En general, la población indica que la “propaganda negativa” le molesta y Edwards la pudo evitar porque Dean y Kerry la hacían por él, lo que le permitió salir de la oscuridad y del cuarto puesto para colocarse en segundo lugar, con el 32% del voto a poca distancia del 38% de Kerry.
 
Edwards tiene además una baza geográfica, pues su argumento es que él es atractivo para los estados del Sur, donde los republicanos normalmente son más fuertes. Un demócrata del Sur, argumenta, tiene más posibilidades que uno del norte, donde se hallan los estados más liberales. El norte, dice, de todas formas se inclina hacia los demócratas mientras que el sur tiene pocas simpatías por los demócratas en general a no ser que sean conservadores, o del sur, lo que generalmente viene a ser lo mismo.
 
Edwards no va muy descaminado, pues el último presidente demócrata del norte fue Kennedy. Todos los demás –Johnson de Texas, Carter de Georgia y Clinton de Arkansas–, fueron del sur. Y su argumento tiene aún más fuerza porque ha de enfrentarse a un republicano de Texas.
 
 
Cambios para Bush
 
No solo cambia la dinámica demócrata, sino también la estrategia de Bush que se ha de enfrentar o bien a personas con la experiencia militar que él evitó, como Kerry o Clark, o bien a un candidato con la cara fresca de su relativa juventud –41 años– y de su poco desgaste político, pues Edwards tan solo llegó al Senado hace cuatro año después de una rentable carrera como abogado y de momento, ni la prensa ni sus rivales han empezado a airear sus trapos sucios.
 
De momento, la campaña de Bush mantiene seca la pólvora, pero es seguro que va almacenando municiones para derrotar a cualquiera de los candidatos en una lucha que, si bien las encuestas indican un amplia ventaja para Bush, ha de ser muy igualada cuando el partido demócrata vuelque todos sus recursos en el candidato definitivo.

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