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EDITORIAL

¿A quién ha salvado Zapatero?

Zapatero no ha salvado nada ni a nadie, salvo a sus amistades políticas por intereses electorales y mediáticos, por lo que carece de la más mínima autoridad moral para abroncar a quienes todavía le prestan dinero para sus caprichos presupuestarios

En la cadena de despropósitos que lleva protagonizados el Gobierno socialista desde que arreció la crisis, la última aportación del presidente Zapatero ha consistido en reprender a los inversores internacionales por insinuar la necesidad de que lleve a la práctica exactamente lo mismo que anunció la vicepresidenta económica  en su última gira europea. Y como el personaje hace gala de una soberbia sin precedentes ni justificación, ha adornado el discurso con una referencia a su papel de salvador de los mercados internacionales que sólo puede provocar hilaridad entre quienes conocen cómo funciona realmente la economía mundial.

José Luis Rodríguez Zapatero no ha contribuido a salvar a ningún mercado internacional, en contra de lo que afirma con su facundia habitual. Lo único que ha salvado Zapatero es la expectativa electoral de su partido en la comunidad de Castilla-La Mancha, financiando el pufo astronómico que la caja de ahorros dirigida por un ex alto cargo del PSOE dejó a los impositores, y el negocio mediático de sus amigos de baloncesto, inyectando dinero público en las cuentas de la caja de ahorros catalana encargada de financiar los procesos de fusión en que están inmersos. Fuera de esas dos acciones puntuales, ajenas a cualquier criterio de ortodoxia económica, la aportación de Zapatero a la lucha contra la crisis económica es inexistente, como lo demuestran las cuentas de su Gobierno que ahora se niega a discutir con quienes, precisamente, necesita que sigan comprando su deuda pública para no acabar como el presidente del Gobierno griego.

Zapatero rechaza que los inversores le exijan un recorte del déficit público como única posibilidad para iniciar la salida de la recesión, pero eso es precisamente lo que Elena Salgado se comprometió a realizar sin demora con el fin de recuperar la escasa confianza que los mercados otorgan a la España de Zapatero, una esperanza que él mismo se ha encargado de arruinar con su afirmación de que la culpa del déficit, como siempre, no es suya si no de la generosidad con que ha actuado para evitar no se sabe qué males mayores. Si había decidido proseguir su alocada huída hacia delante a despecho del ejemplo exitoso de los países de nuestro entorno ¿A qué envió a su responsable económica de gira por Europa? Pues naturalmente a mentir en su nombre, como él mismo se ha encargado de acreditar en su alocución a los participantes en el seminario laborista celebrado en Londres esta semana.

Las instituciones que prestan dinero a España, para que su Gobierno lo siga dilapidando en un sector público monstruoso que nadie parece dispuesto a corregir, tienen todo el derecho a exigir un mínimo aval que les garantice su inversión, aunque a Zapatero, inmune a cualquier crítica, tal actitud le parezca una intromisión intolerable es necesario rechazar.

Si la financiación del déficit público español, cada vez más galopante, depende de la confianza que Zapatero despierte en los mercados internacionales, sus asombrosas declaraciones de esta semana van a tener exactamente el efecto contrario. La consecuencia inevitable es una subida de los intereses que todos los españoles habremos de pagar, para que Zapatero pueda continuar agazapado en La Moncloa a la espera de que la inercia de la economía mundial comience a hacer notar sus efectos en una España devastada.

Zapatero no ha salvado nada ni a nadie, salvo a sus amistades políticas por intereses electorales y mediáticos, por lo que carece de la más mínima autoridad moral para abroncar a quienes todavía le prestan dinero para sus caprichos presupuestarios. Si continúa con esta actitud, y todas las evidencias así lo indican, el ejemplo de Grecia está mucho más cercano a España de lo que hasta ayer suponíamos. Para las próximas elecciones generales todavía faltan dos años pero, teniendo en cuenta la capacidad incendiaria de Zapatero, hasta ese plazo podría ser insuficiente para salvarle de una derrota que, hoy por hoy, merece tanto como España la necesita.

En Libre Mercado

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