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EDITORIAL

A Zapatero le crecen los enanos

Estas primarias no obedecen a lo que debería ser el normal funcionamiento democrático de los partidos, sino a algo tan excepcional como que un político con muy relativo peso específico no ha querido doblegarse al dedazo del máximo dirigente de su partido

Nada menos que 106 responsables y secretarios generales del Partido Socialista Madrileño –un 73% del total– ya han firmado un manifiesto en el que muestran su apoyo a Tomás Gómez de cara a las elecciones primarias, que se celebrarán en octubre y dirimirán quien será el candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Es evidente que el objetivo de este manifiesto no es otro que mostrar el amplio apoyo con el Gómez cuenta en el seno del PSOE en Madrid frente a las maniobras con las que la dirección nacional del partido, con Zapatero a la cabeza, ha tratado de vetar las legítimas aspiraciones del ex alcalde de Parla y colocar en su lugar a la actual ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.

El hecho de que Gómez no haya querido doblegarse servilmente a las imposiciones de Zapatero ya es síntoma de la pérdida de peso y liderazgo del actual presidente del Gobierno, que aun podría quedar más de manifiesto si Gómez sale vencedor de estas primarias. Precisamente para evitar ese riesgo de que estas elecciones internas se conviertan en un termómetro para medir el liderazgo de Zapatero, lo primero que la ministra de Sanidad ha querido dejar de manifiesto tras anunciar su candidatura es que esta no obedece a ninguna petición del presidente del Gobierno. La ministra arranca así su carrera como candidata faltando a la verdad, pues de todos es sabido que hasta la fecha no había mostrado el más mínimo deseo o intención de ser cabeza de lista en las autonómicas, ni siquiera durante las últimas semanas en las que se desató la polémica sobre la conveniencia de Gómez como rival de Esperanza Aguirre.

Aunque el pulso entre Zapatero y Gómez haya tenido como resultado algo tan positivo como la celebración de unas elecciones primarias, en las que las bases podrán elegir democráticamente a su candidato, que nadie se llame a engaño: estas primarias no obedecen a lo que debería ser el normal funcionamiento interno de los partidos políticos para designar a sus representantes, tal y como dictamina nuestra Constitución. Obedece, por el contrario, a algo tan excepcional como que un político con un muy relativo peso específico –dicho sea con el máximo respeto– no ha querido doblegarse al dedazo que pretendía llevar a cabo el máximo dirigente de su partido. Por mucho que ahora Zapatero sea capaz de hacer de la necesidad virtud, este saludable ejercicio de democracia interna no ha venido para quedarse. Claro que aún es más patética su nula presencia en el resto de los partidos.

En cualquier caso, lo que resulta evidente es que Zapatero se juega mucho en estas primarias, por mucho que Jiménez lo haya dejado al margen de su subordinada decisión de presentarse.

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