La inmensa mayoría de los españoles no podrá por menos que saludar lo que parece ser el primer paso para salir del impasse político en el que vivimos desde el pasado 20 de diciembre.
Rajoy, finalmente, no ha tenido otro remedio que transigir con las exigencias que le había planteado Ciudadanos, ninguna de ellas insoportable para el PP. A pesar de la grotesca escenificación de este miércoles y de la incomprensible semana extra de espera que nos ha infligido el presidente del Gobierno en funciones, lo importante es que se pueda configurar un acuerdo que le permita contar con el apoyo de un mínimo de 170 diputados –contando también con la canaria Oramas– y que eso sirva para constituir un Gobierno lo antes posible.
Quede de todas formas constancia del papelón que ha hecho hacer Rajoy a su partido y, especialmente, al Comité Ejecutivo Nacional de los populares, que se reunió para no debatir nada sino para dar carta blanca al líder supremo, como si no la tuviese de antemano. En materia de democracia interna y transparencia, el PP sigue siendo un contraejemplo.
En cuanto a la situación política, se ha llegado a un punto en el que los partidos se van a tener que retratar de verdad. Especialmente el PSOE, que tiene la tremenda responsabilidad no sólo de dejar al país sin Gobierno otros seis meses, como mínimo, sino de lanzarlo a unas bochornosas terceras elecciones de consecuencias imprevisibles.
Aún peor sería, tanto para España como para el PSOE, ese Gobierno alternativo al que el neocomunista Pablo Iglesias quiere empujar a Sánchez; sería un auténtico suicidio para éste, que lograría ser presidente, sí, pero de un Gobierno completamente inoperante, compuesto por dos docenas de partidos y en el que los socialistas encima serían minoría frente a la imposible amalgama de unos socios impresentables que o bien buscan la ruptura de España o bien la desaparición del PSOE, o ambas cosas a la vez.
En no pocas ocasiones a lo largo de su larga y frecuentemente negra historia, cuando España ha necesitado de un PSOE responsable que buscase el bien común se ha encontrado con justo lo contrario. Es de desear que Sánchez y compañía no tomen de nuevo esa senda.
Por su parte, Ciudadanos está demostrando no sólo mucha más responsabilidad que los demás grandes partidos, también una sorprendente capacidad política para hacer valer unos 32 diputados que, a priori, le condenaban a la irrelevancia. El de Rivera parecer ser el único partido capaz de hacer lo que la ciudadanía ha demandado en las urnas: que partidos que en realidad no están tan lejos puedan tender puentes entre sí en pro del interés de la Nación.