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EDITORIAL

Ahorro en seguridad, despilfarro en paniaguados

Sólo con el dinero destinado a subvencionar un sector privado como el de la cinematografía, todos los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado podrían disponer de un material de protección básico del que ahora carecen.

La política de gasto de Zapatero es desorbitada, pero está perfectamente dirigida al único objetivo que persigue desde que llego al poder hace más de seis años: aferrarse a él a cualquier coste. Tras las turbulencias financieras de las últimas semanas, en las que ha quedado de manifiesto el escaso nivel de confianza de los inversores y organismos internacionales en la capacidad de Zapatero y sus ministros, el Gobierno ha comenzado a destilar algunas medidas destinadas, supuestamente, a la reducción del gravísimo déficit de nuestras cuentas públicas. De los compromisos en materia de contención del gasto público que Elena Salgado se vio obligada a contraer en su ya famosa gira europea, sólo conocemos en el terreno de lo práctico la decisión de eliminar un puñado de altos cargos, lo que supondrá un ahorro de dieciséis millones de euros siendo optimistas. La ridiculez de semejante medida aislada no ha hecho sino confirmar que la huida de capitales de nuestra bolsa está más que justificada.

La permanente letanía del Gobierno y el PSOE, reiterada una vez más por Zapatero tras su reunión con Rajoy esta semana, es que no se puede reducir el déficit sin perjudicar los derechos sociales de los ciudadanos. Sin embargo, de un somero repaso a los presupuestos generales del Estado se extraen datos ciertamente escandalosos en lo que se refiere al despilfarro público. Zapatero gasta de nuestro bolsillo casi doscientos millones de euros en financiar a los sindicatos llamados “mayoritarios”. El otro sindicato, el de la ceja, tampoco puede formular el menor lamento, pues en medio de una brutal recesión económica sigue recibiendo más de cien millones de euros sólo en el apartado destinado a la promoción de nuestro triste cine.

En contraposición, la Policía y Guardia Civil continúan padeciendo una precariedad de medios impropia de un país moderno preocupado por la seguridad de sus ciudadanos, principal obligación de un Estado de derecho. Sólo con el dinero destinado a subvencionar un sector privado como el de la cinematografía, todos los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado podrían disponer de un material de protección básico del que ahora carecen. Eso sin tener en cuenta otros agravios, como el que la sanidad pública financie la fecundación artificial de una etarra condenada por varios asesinatos.

Queda claro que los socialistas han decidido utilizar estas medidas cosméticas de reducción de gasto para avanzar en otros objetivos a los que supeditan cualquier escrúpulo ético. Subvenciones masivas a los sindicatos y los artistas para que no organicen las huelgas, manifestaciones y algaradas a las que se muestran tan proclives cuando gobierna otro partido, y lo que es peor, trato de terciopelo hacia el mundo etarra para alfombrar un previsible reinicio de las negociaciones ignominiosas que Zapatero ya protagonizó en el pasado. El único objetivo es, como decíamos al principio, perpetuarse en el poder a costa de lo que sea necesario. Si el PP no lo quiere ver tiene un grave problema de cara a las próximas elecciones. Sus votantes también.

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