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EDITORIAL

Alakrana: un problema demasiado real para Zapatero

Nunca se había puesto tan poco empeño en defender los intereses españoles allí donde estos puedan verse afectados, desde la Unión Europea hasta Afganistán. España no da miedo a nadie, porque Zapatero no quiere que lo dé.

Para un Gobierno radical y sectario como el que soportamos, en el que la imagen lo es todo, no hay nada peor que enfrentarse a problemas reales en los que no existe salida fácil ni solución perfecta. Que nuestros barcos faenen en aguas internacionales en el Índico es malo para el Ejecutivo, pues le obliga a intentar defenderlos mediante el uso de la fuerza, lo que debilita ese lema de "antes morir que matar" que tan caro es a Zapatero y los suyos, o a pagar los sucesivos rescates, que cada vez serían mayores y más frecuentes, con el consiguiente escándalo entre la opinión pública.

Carme Chacón no fue colocada al frente de nuestros ejércitos por sus conocimientos militares, por otra parte inexistentes, sino porque a Zapatero le gustaba la idea de tener a una mujer, y además embarazada, al frente del Ministerio de Defensa. Su papel en la crisis de los piratas ha dejado claro su incapacidad para el puesto. Ha cambiado la ley para permitir a los transexuales ingresar en el Ejército, pero al tiempo la ha puesto como excusa para impedir el embarco de militares en los atuneros amenazados por los piratas. Rápida para tomar medidas que queden bien ante su electorado; incapaz de actuar cuando se enfrenta a un problema real: ese es el resumen de cinco años y medio de Gobierno Zapatero. Pero lo que resulta ya grave en otras carteras, en Defensa es peligrosísimo. Porque el precio se paga en vidas humanas.

El Gobierno no tiene la culpa de que los piratas secuestren nuestros barcos, pero indudablemente tiene bastante responsabilidad en lo que está sucediendo. Es obligación de las Fuerzas Armadas defender a nuestros compatriotas de los ataques que puedan recibir. Chacón, sin embargo, ha impedido que lo hagan de forma efectiva escudándose en la ley y sin mostrar intención alguna de cambiarla. A cambio, ha dado permiso para que mercenarios civiles cumplan este papel, aunque sin dejarles usar el armamento que necesitan para la tarea. Como el perro del Hortelano, ni come ni deja comer.

Además, ha incentivado que los piratas escojan barcos españoles. Pero no sólo por el pago del rescate del Playa de Bakio. El Gobierno de Zapatero lleva mostrando su debilidad y haciendo dejadez de sus obligaciones internacionales desde la retirada de Irak de 2004. Nunca se había puesto tan poco empeño en defender los intereses españoles allí donde estos puedan verse afectados, desde la Unión Europea hasta Afganistán. España no da miedo a nadie, porque Zapatero no quiere que lo dé.

Sarkozy dejó claro cómo se comporta una nación orgullosa de serlo, con carácter, prestigio y fuerza. Pagó el rescate para recuperar sanos y salvos a los suyos, pero después persiguió a los piratas, los capturó y recuperó el dinero. Tiempo después, rescató a una pareja de turistas, matando a uno de sus captores. Nadie duda de que Francia actuará si los piratas vuelven a intentarlo, lo cual es razón suficiente para que no hayan vuelto a intentarlo.

Las amenazas de los piratas dejan claro también que el ridículo de capturar dos piratas, traerlos a España y ponerlos en manos de los jueces tiene un precio. Sin duda, el Gobierno podrá poner más dinero sobre la mesa para no atender las exigencias de que regresen a Somalia. Pero ya ha afectado a nuestra capacidad negociadora, debilitándola. Sin duda, los piratas juegan con el miedo de los marineros y sus familias para ponerse en una posición de mayor fuerza. Pero eso no se evita amenazando a los familiares para que no hablen, ni mintiéndoles ni ocultándoles información. Al contrario, debía haber procurado ganarse su confianza para poder tener su apoyo.

El PSOE, claro, ya está calificando de "irresponsabilidad" que se esté criticando la incapacidad del Gobierno para tratar con un problema tan serio. Sin embargo, lo único responsable que puede hacerse es denunciar sus errores, con la esperanza de que sean corregidos y los secuestrados regresen a casa, sin pagar ningún precio que incentive futuros secuestros. ¿Será capaz? Desgraciadamente, resulta muy difícil creer que sí.

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