Tras el largo y tremendo rajoyato, el PP se encuentra en una situación extremadamente complicada en toda España, como quedó meridianamente claro en las pasadas elecciones generales, en las que el batacazo popular fue espectacular; batacazo que no borraron las municipales, autonómicas y europeas inmediatamente posteriores.
Pero si en algún lugar la situación del PP es dramática es en el País Vasco: sus resultados en las generales fueron desastrosos, pues no consiguió un solo diputado; y también lo fueron en las municipales y en las europeas. El PP prácticamente ha desaparecido incluso en Álava, donde hay que recordar que no hace tanto fue la primera fuerza en las generales y a ostentar la alcaldía de Vitoria.
No debe extrañar, por tanto, que el PP vasco se plantee un cambio profundo, que quiere iniciar en la convención que celebra este fin de semana en la capital de la región. Pero, por desgracia, el político que pretende pilotarlo es uno de los menos indicados para ello. Principalmente porque no tiene la menor intención de acometer ese tan necesario cambio profundo.
Alfonso Alonso es el mayor responsable del desplome del PP vasco. Bajo su mando, el partido se ha ido desdibujando ideológicamente allí donde más necesitaba ofrecer una alternativa clara al nacionalismo, y cuanto mayor ha sido la pérdida de identidad, peores han sido los resultados electorales. Lo trágico es que, mientras que los populares se han desangrado en casi todas las comunidades pero sus votos han ido a parar a formaciones constitucionalistas como Ciudadanos y Vox, en el País Vasco ni los de Rivera ni los de Abascal han logrado un mínimo de representación y el gran beneficiario ha sido el desleal PNV recogenueces.
En lugar de extraer las conclusiones obvias y, en consecuencia, marcharse a casa tras entonar el preceptivo mea culpa, lo que propone el que fuera hombre de confianza de la tóxica Soraya Sáenz de Santamaría es... profundizar en la dilución ideológica y seguir haciendo del PP vasco en una especie de PNV de recuelo. Y, claro, es –afortunadamente– imposible que tenga el menor éxito: ¿para qué votar a una mala copia cuando el original es el partido hegemónico en la región?
Por mucho que se empeñe Alonso, es un error intentar trasladar a una autonomía tan peculiar políticamente como el País Vasco modelos que quizá sí sean exitosos en otros lugares. Dicho de otro modo: aunque pueda haber parecidos superficiales, ni el País Vasco es Galicia ni el propio Alonso es Núñez Feijóo.
Por último, pero no en último lugar: en el País Vasco la política tiene un componente simbólico que es imposible soslayar. Así que, incluso aunque ese giro garantizase su futuro, que el PP abandonase la lucha por la libertad y contra el nacionalismo sería, además de un error, una infamia imperdonable.