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EDITORIAL

Ayuso acierta: hay que ir a las urnas

La moción de censura en Murcia es un gran fraude democrático, ya que nadie votó a Cs allí, en Andalucía o Madrid para que le diese el poder al PSOE.

Muchas cosas han cambiado en el panorama político español desde que se celebraron las últimas elecciones autonómicas y municipales: han llegado el gobierno socialcomunista y la pandemia, han muerto más de 100.000 compatriotas y el país se está viendo sometido a un proceso de empobrecimiento y precarización de una profundidad y velocidad desconocidas hasta ahora. Sin embargo, hay algo que sigue igual: el hecho de que los votantes que confiaron en su momento en los candidatos municipales o autonómicos de PP, Ciudadanos y Vox tenían posiciones diferentes pero un objetivo común más que evidente: cerrar el paso a la izquierda y la extrema izquierda en las instituciones.

Por esa razón la moción de censura que se ha anunciado este miércoles en Murcia es un enorme fraude democrático, ya que absolutamente nadie votó a Ciudadanos allí, ni tampoco en Andalucía -que había celebrado elecciones medio año antes- o Madrid, para que el partido naranja le entregase el poder a un PSOE que, encima, desde entonces no ha hecho sino profundizar en sus pactos con la izquierda más extrema, el separatismo y los herederos de ETA.

Este contexto, con un Ciudadanos en desbandada que está claro que Inés Arrimadas no controla, es el que hacía urgente la convocatoria de elecciones en Madrid, como ya ha hecho con rapidez y valentía Isabel Díaz Ayuso. Era un movimiento imprescindible en una comunidad en la que Ignacio Aguado no ha sido en ningún momento el socio leal que se necesitaba en una legislatura durísima, en la que además de con la pandemia el ejecutivo de la Comunidad de Madrid ha tenido que lidiar con el ataque brutal y sistemático de la izquierda, de la mayor parte de los medios y, sobre todo, de un Gobierno nacional que ha usado a Madrid y a los madrileños como rehenes de sus ambiciones políticas, ya fuese en la propia comunidad o incluso en Cataluña: ahí está la lamentable actuación de Salvador Illa en Sanidad para auparse como candidato en las catalanas.

El mismo camino deberían seguir los ejecutivos de Andalucía y Castilla y León, ante la escasa fiabilidad de Ciudadanos, andaluces y castellanoleoneses deben poder votar y decidir qué gobiernos quieren en sus regiones y no asistir, atónitos y sin poder hacer nada, al espectáculo de ver cómo la peor izquierda de nuestra historia se hace por la puerta de atrás con un poder que las urnas le negaron. Y más en un momento tan grave como este, cuando la pandemia aún cuesta decenas de vidas cada día, con el proceso de vacunación a una velocidad mucho más lenta de lo que sería imprescindible y con la economía española en un pozo del que cada día resulta más difícil que logremos salir.

Hay dos elementos más que no podemos dejar de analizar: en primer lugar que este es, con toda probabilidad, el último bandazo de Ciudadanos. Si el partido que nació como una respuesta a la tibieza del PSC en la lucha contra el nacionalismo -también del PP, pero sobre todo de los socialistas- ahora le entrega nuevas cuotas de poder a un PSOE que ha pasado de ser tibio con los separatistas a encamarse con ellos en el Gobierno de la nación, está claro que el futuro de los de Arrimadas sólo puede ser un final que cada día está más cerca y será más traumático. Torres mucho más altas han caído en la política española.

Por otro lado, resulta como mínimo sorprendente la actuación de la dirección nacional del PP en este asunto: los populares no han sido capaces de prever nada y se han enterado de lo ocurrido por los medios de comunicación, lo que resulta aún más sorprendente si tenemos en cuenta que el secretario general del partido, Teodoro García Egea, es de Murcia y debería estar muy bien informado de lo que estaba ocurriendo allí y, de hecho, era un secreto a voces.

Sin embargo, mientras la traición de Ciudadanos y PSOE se gestaba en Murcia, el PP se estaba preocupando de pactar el reparto de los jueces con el Gobierno, de lanzar mensajes contra Vox y de torpedear los congresos provinciales en Andalucía en contra de Juan Manuel Moreno y su equipo. Está claro que, al menos en parte, lo ocurrido hoy es otro gran éxito del viaje al centro de la nada.

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