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EDITORIAL

Bolinaga: a falta de justicia, memoria

A falta de justicia, sólo nos cabe recurrir a la memoria. En cuanto a la dignidad, a las víctimas les sobra tanto como les falta a nuestros dirigentes

Se llamaba Mario Leal Baquero y era guardia civil. Tenía tan sólo 27 años cuando, en la madrugada del 6 de diciembre de 1985, dos pistoleros de ETA se acercaron a su coche y lo asesinaron a balazos. Estaba casado y tenía una hija de seis años.

Se llamaban Antonio López Martínez-Colmenero y Pedro Galnares Barrera y eran guardias civiles. Tenían, respectivamente, 31 y 26 años cuando, en la mañana del 14 de julio de 1987, un artefacto con 20 kilos de explosivo y 10 kilos de tornillería estalló al paso de su vehiculo, provocándoles la muerte e hiriendo de gravedad a tres agentes más. Antonio López estaba casado y era padre de una niña de nueve años. Pedro Galnares también estaba casado y su mujer se encontraba a punto de dar a luz.

Pues bien. Uno de los asesinos de estos tres guardias civiles, más conocido por secuestrar en 1996 a José Antonio Ortega Lara –a quien mantuvo encerrado en un zulo de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de alto durante 532 días–, disfruta a estas horas de la libertad que la Audiencia Nacional le ha concedido tras otorgarle el Gobierno el tercer grado, por encontrase, supuestamente, en fase terminal. Sin embargo, basta ver la rápida salida del hospital de este asesino, Josu Bolinaga, y la forma en que está disfrutando de su inmerecida libertad para darse cuenta de hasta qué punto tenían razón la forense encargada del caso, Carmen Baena, y el fiscal cuando se opusieron a su suelta y desmintieron que su enfermedad estuviera tan avanzada.

Nada más salir del hospital, Bolinaga se fue a la fiesta con la que sus simpatizantes le dieron la bienvenida en su pueblo, Mondragón, con banderas a favor de los terroristas presos y al grito de "Jo ta ke, irabazi arte!" ("¡Dale hasta conseguirlo!"), una de las proclamas habituales de la banda terrorista y su entorno a la hora de defender su criminal y mal llamada lucha armada. Este miércoles ha estado de paseo y de bares.

Todos nos podemos hacer una idea del escarnio que produce un espectáculo como este para todas las víctimas del terrorismo. Especialmente si se tiene en cuenta que se produce 48 horas después de que el otrora ilegalizado brazo político de ETA, Bildu, haya obtenido unos magníficos resultados en las elecciones autonómicas vascas.

No vamos a insistir en las mentiras con las que este Gobierno –que voluntariamente ha heredado y proseguido la indigna y envilecida política de apaciguamiento de Zapatero– ha presentado esta flagrante injusticia como si de un imperativo legal se tratase. A falta de justicia para las víctimas, sólo nos cabe ya recurrir a su memoria. En cuanto a la dignidad, las víctimas siempre la conservarán: les sobra tanta como le falta a nuestras clases dirigentes.

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