Menú
EDITORIAL

Cataluña batasunizada

Actitudes que, hasta hace no mucho tiempo, eran privilegio de los proetarras vascos se han extendido como una mancha de aceite por toda España, con especial rigor en comunidades como Galicia y Cataluña

La Diada de este año ha sido el decorado idóneo para que el nacionalismo catalán más montaraz, es decir, todo el elenco catalanista, escenifique aparatosamente el aquelarre de sus demonios particulares. La carrera desatada en el Principado por ser "el más nacionalista" no podía terminar de otro modo. El proceso de esquerrización de todas las fuerzas catalanistas se ha consumado bajo un Gobierno de la Generalidad que dice no ser –del todo– nacionalista y, lo que es peor, que alimenta al monstruo siempre que tiene oportunidad de hacerlo.

Actitudes que, hasta hace no mucho tiempo, eran privilegio de los proetarras vascos se han extendido como una mancha de aceite por toda España, con especial rigor en comunidades como Galicia y Cataluña. En esta última, al calorcito de los desmanes dialécticos de Carod y compañía, los cachorros del movimiento se han envalentonado hasta el punto de que se creen con derecho de quebrar la convivencia democrática cuando y como ellos consideran oportuno.

La campaña de deslegitimación y amedrentamiento hacia los cargos, candidatos y simpatizantes de cualquier partido que ponga el solfa el dogma nacionalista continua ante la aquiescencia de formaciones pretendidamente moderadas como CiU, y el bochornoso silencio del Gobierno tripartito que es, para bien y para mal, el de todos los catalanes. Porque, y esto no deja de resultar chocante, lo que se condena enérgicamente en otros lugares de España pasa totalmente desapercibido en Cataluña. Las amenazas proferidas en la jornada de ayer contra Sirera y Fernández Díaz por parte de los asistentes al homenaje a Rafael Casanova, amenazas que entran dentro de la jurisdicción penal, tienen un nombre y una naturaleza, y así deberían ser tratadas.

No queremos ni imaginar el escándalo si hubiesen sido los políticos del PSOE los destinatarios de las imprecaciones de la chusma nacionalista que ayer se apostó tras la valla durante el acto oficial. Desde hace tiempo, demasiado tiempo, hay dos raseros en la política española. Uno se aplica a los socialistas y a sus socios parlamentarios. El otro al Partido Popular y a las asociaciones y movimientos cívicos que no comulgan con el progresismo radical de Zapatero ni con el nacionalismo decimonónico de sus compañeros de viaje.

El resultado de semejante fomento del radicalismo es un país atónito que no termina de entender como hemos podido llegar a esto. En regiones como Cataluña la situación es aún más grave, porque prácticamente toda la clase política se ha apuntado a un carnaval absurdo y tan reaccionario como pueda serlo el acoso, el insulto, el boicot de los actos públicos y el destrozo de las sedes del adversario político. Estos son los hechos y el resto patrióticos juegos florales a los que el nacionalismo se dedica con singular delectación.

En España

    0
    comentarios