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EDITORIAL

Desafío marroquí: el Gobierno merece apoyo si apuesta por la firmeza, no por la debilidad

Lo que ningún "sentido de Estado" aconseja es respaldar al Gobierno de la Nación "haga lo que haga".

Horas después de haber mantenido en el Congreso un bronco rifirrafe con Pedro Sánchez a propósito de Marruecos, el líder del PP, Pablo Casado, rebajó el tono al afirmar que la "culpa" de la dramática situación que se vive en Ceuta es del país vecino y enfatizar su voluntad de ayudar al Ejecutivo ante "cualquier agresión que venga del exterior".

Ciertamente, ante el tremendo desafío planteado por el chantajista Mohamed VI, la oposición debe respaldar con sentido de Estado al Gobierno de la Nación en toda posición de firmeza contra un régimen como el de Rabat, que pretende dominar nuestra política exterior e incluso la interior so pena de orquestar invasiones de inmigrantes.

Ahora bien, lo que ningún sentido de Estado aconseja es respaldar al Gobierno "haga lo que haga". Así, no parece que sea una muestra de firmeza digna de respaldo la decisión del Ejecutivo de mantener ocultas las cifras del despliegue militar en Ceuta, cuando lo sensato sería llevarlo a gala e incluso militarizar de forma permanente, tal y como ha pedido Santiago Abascal, la frontera en las dos ciudades autónomas africanas.

Desalentar nuevas entradas masivas de inmigrantes, restaurar el orden en Ceuta y devolver con la mayor rapidez posible a todos los que han entrado de forma ilegal requieren de un enorme despliegue de medios, en el que debe estar el Ejército, al que no por nada la Constitución encomienda la misión de garantizar la soberanía e independencia de la Nación.

Si el objetivo a medio y largo plazo debería consistir en acabar con esta especie de subcontrata por la que Madrid encarga a Rabat el control de las fronteras españolas, lo primero de lo que deberían ser conscientes Gobierno y oposición es que su cacareada defensa de la integridad territorial pide a gritos mayor presencia policial y militar en esos puntos calientes.

Es más, una posición de verdadera firmeza ante Marruecos debería llevar a replantear lo que algunos, asombrosamente, consideran "errores diplomáticos" españoles, como por ejemplo que el primer viaje oficial de Pedro Sánchez como presidente no fuera a Marruecos; o que el entonces vicepresidente Iglesias osara reclamar un referéndum en el Sahara Occidental, en línea con lo estipulado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; o que el ministro Marlaska haya visitado tres veces Argelia; o que el Gobierno permitiera la hospitalización en España del líder saharaui Brahim Ghali . Si estos son errores diplomáticos, habrá que decir que una cosa es la diplomacia y otra el servilismo. Con ese mismo sentido servil de la diplomacia, habría que considerar un acierto que los distintos Gobiernos centrales no hayan dejado al Rey visitar con más frecuencia Ceuta y Melilla para no desairar al régimen marroquí.

No. Eso no es diplomacia sino debilidad; debilidad de la que se nutre el régimen marroquí y que no deja de ser criticable por el hecho de que sea española.

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