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EDITORIAL

En vez de pedir perdón, el Gobierno tiene la desfachatez de demandar "empatía"

Lo que parece evidente es que un Gobierno que siembra el caos como respuesta a una pandemia no merece apoyos sino una crítica firme y contundente.

Este miércoles, durante la sesión parlamentaria de control al Gobierno, Pedro Sánchez tuvo la desfachatez de pedir "empatía" a la oposición para con su bochornosa y caótica gestión de la crisis del covid-19; y con la misma desvergüenza tachó de "antipatriotas" a quienes le critican.

En vista de sus propias palabras, Sánchez debe de considerar poco patrióticas o poco empáticas informaciones como la de que su Gobierno contrató por 31 millones de euros al intermediario de las mascarillas defectuosas que tuvieron que ser retiradas porque no protegían a los sanitarios y de hecho los exponían al contagio. A este respecto, cabe señalar que los médicos se han personado como acusación particular contra este Gobierno cuya incompetencia ya ha sido denunciada como presuntamente delictiva.

Otro tanto cabe decir de la noticia de que Sanidad adjudicó la compra de los tests rápidos chinos que también resultaron defectuosos a la empresa Interpharma, a pesar de que ésta no disponía de la preceptiva licencia para importar productos sanitarios de China.

Igualmente, Sánchez debe de considerar poco empáticos y muy antipatriotas a los millones de padres que han presenciado con una mezcla de estupor e indignación los bandazos que ha dado el Gobierno respecto a la improvisada salida progresiva del confinamiento de los niños; bandazos e incongruencias que se suman a los que el Ejecutivo ha dado respecto a la necesidad de la utilización de las mascarillas o de la realización masiva de tests para dejar atrás cuanto la draconiana y ruinosa paralización del tejido productivo.

No menos antipatriotas deben de parecerles quienes consideran demagógico el ruinoso salario mínimo vital con el que tanto él como su socio comunista Pablo Iglesias quieren encadenar indefinidamente a la asistencia estatal a los millones de víctimas de su disparatada política económica, basada fundamentalmente en una barra libre de endeudamiento público y en una expansión todavía mayor del sector público a costa del sector privado. Por cierto, muy poca empatía debe de atribuir Sánchez a la Comisión Europea, que ha desmentido este mismo miércoles el bulo gubernamental sobre el déficit alcanzado por España en 2019.

Lo que parece indiscutible es que Sánchez no parece sentir empatía alguna por los millones de individuos que trabajan como autónomos o asalariados del sector privado y están viendo cómo desaparecen sus puestos de trabajo. Ni por los cientos de miles de españoles que son familiares de los más de 22.000 fallecidos oficiales, a los que no se ha permitido acompañar a sus seres queridos al cementerio. Que este Gobierno no haya declarado todavía luto oficial pese a que España padece la peor cifra per cápita de fallecidos por coronavirus de todo el mundo da muestra de hasta qué punto quiere encubrir su pavorosa gestión de la crisis.

Bien está que Pablo Casado, que este miércoles estuvo a la altura de Santiago Abascal en la crítica al Gobierno, tuviera el encomiable gesto de pedir un minuto de silencio después de ver que no lo solicitaban ni la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, ni el jefe del Ejecutivo. Aun así, y teniendo presente que ha asegurado que "la paciencia de los españoles tiene un límite", el líder del PP debería explicar a partir de qué momento va a dejar de apoyar incondicionalmente un estado de alarma desquiciado que tanto daño hace a la Nación e términos económicos y en el ámbito de las libertades sin, para colmo, conseguir poner coto a la pandemia, tal y como han hecho otros países que no han sometido a tan drástico confinamiento sus libertades políticas y económicas.

Lo que parece evidente es que un Gobierno que siembra el caos como respuesta a una pandemia no merece apoyos sino una crítica firme y contundente.

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