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EDITORIAL

El culebrón Djokovic llega a su fin

En contra de lo que sugieren sus defensores, la expulsión del torneo del campeón serbio no supone ningún tipo de discriminación.

El Tribunal Federal de Melbourne puso fin ayer al proceso iniciado por el tenista serbio para tratar de competir en el Abierto de Australia sin tener la necesaria habilitación sanitaria que se exige a todos los ciudadanos. Los tres magistrados que componen el órgano federal fallaron a favor del Gobierno australiano al revocar por segunda vez el visado a Novak Djokovic, por lo que el tenista número uno del mundo fue deportado en cumplimiento de la ley.

Así pues, las estratagemas de Djokovic para entrar en Australia sin estar vacunado contra el covid y el circo organizado por su familia para tratar de convertirlo en un cruzado por los derechos de la humanidad han terminado con Djokovic embarcado en un avión por orden judicial, por lo que no podrá revalidar por décima vez su título de campeón del Open de Australia.

En contra de lo que sugieren sus defensores, la expulsión del torneo del campeón serbio no supone ningún tipo de discriminación. Al contrario, la negativa de las autoridades australianas a dejarlo competir sin cumplir las normas que se exigen al resto de participantes del campeonato, nacionales o extranjeros, es la prueba de que la justicia es igual para todos y de que hasta las estrellas del deporte han de someterse a su cumplimiento.

Djokovic ha hecho gala durante todo el proceso de un victimismo impropio de una estrella mundial del deporte, como sin duda lo es. Sus constantes declaraciones en las redes durante estos días, la actitud de sus fans en las calles y, sobre todo, el lamentable espectáculo orquestado por su familia, han convertido al tenista serbio en un personaje histriónico para estupor de los millones de seguidores del serbio en todo el mundo.

Pero no solo es que Djokovic tratara de engañar a las autoridades australianas, al presentarse en el país sin la documentación oportuna y mintiendo sobre lo que había hecho en los últimos días. Esa actitud, por sí sola, descalifica a un deportista de talla mundial, que debe hacer gala en todo momento de su respeto por el juego limpio. Es que, además, la estrella serbia fomenta actitudes insolidarias y peligrosas al defender planteamientos irracionales en torno a un grave problema sanitario mundial como es la pandemia que sufrimos. Desde esa doble perspectiva, Djokovic se ha portado como un caprichoso irresponsable empeñado en estar por encima de las obligaciones de todos los ciudadanos, cuando él debería ser precisamente el primero en dar ejemplo de su cumplimiento por su condición de estrella mundial del deporte.

Novak Djokovic cerró ayer con un sonoro fracaso su vergonzosa aventura australiana. Es de esperar que el ridículo protagonizado estos días le haga reflexionar y cambiar de actitud a lo largo de una temporada tenística que no ha hecho más que comenzar.

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