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EDITORIAL

El doble plantón de Obama

El doble plantón de Obama no es una anécdota puntual, sino el fiel reflejo de la opinión que Zapatero despierta en los países que aún sienten cierto respeto por la libertad.

La decisión del presidente norteamericano de no acudir a la cumbre de la Unión Europea y los Estados Unidos es la respuesta lógica a la irrelevancia internacional del Gobierno anfitrión, en este caso el de España, presidido por un Zapatero que preside la Unión durante su turno de seis meses. Hasta para el socialista más partidario de Zapatero debe ser evidente que la decisión de Obama hubiera sido distinta si la cumbre tuviera lugar en Alemania, Francia o Gran Bretaña, tanto por el peso específico de sus economías, como por el nivel de influencia de sus gobiernos actuales en la escena internacional.

Sin embargo, Zapatero apostó desde el principio por convertirse en adulador de personajes totalitarios, sometió nuestra política internacional al dictado de su sectarismo ideológico y, como colofón, alumbró como propuesta estrella en materia exterior una absurda alianza de civilizaciones que, nadie salvo él, toma en serio. No cabe extrañarse, por tanto, que la diplomacia española, con Zapatero a la cabeza, reciba una afrenta tras otra cada vez que intenta situarse en un papel al que él mismo ha renunciado con su alocada política desde que llegó al poder.

Pero no es sólo que el presidente norteamericano haya prescindido de visitar España dada la escasa significación de su actual Gobierno, sino que, para que quede clara la importancia que Obama concede a un voluntarioso Zapatero empeñado en sacarse fotos a su lado, ni siquiera acudió a tiempo a los prolegómenos del Desayuno Nacional de Oración para charlar unos minutos con su invitado. “Bye”, es prácticamente la única palabra que Obama dedicó a Zapatero en su estancia en Washington, un bochorno institucional sin paliativos por más que las terminales socialistas y algunos medios de comunicación coincidan, con entusiasmo digno de mejor causa, en el éxito de la visita de Zapatero al Distrito de Columbia.

El papelón desempeñado por la mayoría de periodistas y medios que acudieron invitados (por Zapatero) al acto religioso presidido por Obama, es también digno de análisis por la sumisión mostrada al personaje tras su vuelta a España. Dejando aparte lo inoportuno de la cita bíblica seleccionada por los asesores de Zapatero –en una congregación de evangelistas lo correcto hubiera sido citar el Nuevo Testamento, en lugar del libro más reaccionario del Antiguo-, cabe destacar la extraordinaria hipocresía mostrada por el presidente español en su discurso, aspecto que ha pasado desapercibido en la mayoría de medios nacionales, groseramente obsequiosos a despecho de la realidad.

Su apelación encomiástica a la libertad y a los Estados Unidos como nación garante de su disfrute por todos los ciudadanos hubiera sido admisible si en España pudiera ejercerse esa misma libertad, aunque fuera en menor medida. Sin embargo, la política de José Luis Rodríguez Zapatero ha tenido como objetivo desde el principio socavar los reductos de libertad individual que aún quedaban en nuestro país tras medio siglo de franquismo y socialdemocracia rampante.

En la España gobernada por Zapatero hay regiones en que los padres no pueden educar a sus hijos en la lengua materna y en las que el uso de la lengua común de todos los españoles está proscrito. Hay niños que le escriben suplicándole que sus colegios les permitan examinarse en la lengua oficial sin castigarles con un suspenso inmerecido y ciudadanos que se ven obligados a requerir el amparo de los tribunales para rotular los negocios en la lengua propia, por cierto, la misma que utilizó Cervantes en el fragmento que nuestro desnortado presidente incluyó en su discurso. En la España de Zapatero, en fin, se niega el derecho a la vida de los más desamparados, con una legislación que permite acabar con seres humanos sin la menor traba jurídica dejando la decisión a criterio de menores de edad.

José Luis Rodríguez Zapatero ha hecho del sectarismo ideológico el eje fundamental de su política, tanto de puertas para adentro como en materia exterior. Eligió libremente dar rienda suelta a su radicalismo, propio de adolescentes atolondrados, y ahora le toca recoger los frutos de su labor, tan metódica como destructiva. Si en España hay todavía quién le aplaude por su osadía, fuera de nuestras fronteras ha quedado caracterizado como un político extremista del que no conviene fiarse ni frecuentar demasiado. El doble plantón de Obama no es por tanto una anécdota puntual, sino el fiel reflejo de la opinión que Zapatero despierta en los países que aún sienten cierto respeto por la libertad.

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