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EDITORIAL

El monólogo de Rubalcaba

Un escenario en el que el PP tuviera que pactar con los nacionalistas sería para el PSOE un auténtico triunfo después de haber llevado a España al despeñadero económico con un registro de cinco millones de desempleados.

Más allá del melancólico "revival" socialista, el discurso de Rubalcaba apela a la hipótesis de que el PP reduzca el Estado del Bienestar a su mínima expresión. No dice que ha sido su propio partido quien ha convertido la maquinaria del Estado en una herramienta en quiebra, incapaz de hacer frente a sus compromisos y a un paso de la desaparición por colapso e insolvencia. El "relato" del candidato socialista reivindica la supervivencia de servicios básicos como la sanidad y la educación sin aportar más solución a los retos de la crisis que una resistencia numantina que renuncia a las reformas necesarias para hacer sostenible el sistema a medio y largo plazo. Esa vieja y manida acusación sobre la insensibilidad social de la derecha articula un mensaje que pretende movilizar al electorado y evitar la mayoría absoluta popular. Un escenario en el que el PP tuviera que pactar con los nacionalistas sería para el PSOE un auténtico triunfo después de haber llevado a España al despeñadero económico con un registro de cinco millones de desempleados.

A la contra, el candidato popular rehúye contestar a las acusaciones socialistas e incide en mostrar ante la ciudadanía un perfil moderado e inclusivo, con un catálogo de medidas económicas que apela al rigor, la austeridad y la eficacia. Frente al PSOE, el mensaje de Rajoy resulta mucho más estimulante e incluso optimista, pese a las dificultades objetivas que plantea la crisis y la exasperante lentitud de las instituciones políticas y económicas europeas para hacerle frente. El PP tiene un proyecto para hacer frente a la sangría del paro, un programa para renovar las estructuras productivas, un plan de acción contra el despilfarro, la duplicidad administrativa de funciones y la burocratización que sitúa España como uno de los lugares del mundo en los que es más difícil abrir una empresa. Y es ese programa lo que difunde Rajoy, pasando por alto las provocaciones socialistas que buscan un cuerpo a cuerpo diario como el que pueda producirse en el debate televisado.

Puede que en términos de espectáculo electoral, el PSOE esté dando una nueva lección magistral. Las irrupciones de Guerra y Felipe y algunas intervenciones de Carme Chacón son dignas del club de la comedia, en la mejor tradición entre los charlistas y los charlatanes. Buen material para los telediarios pero poca cosa para invertir la aplastante tendencia de las encuestas. Y lo que es más grave, ni una sola propuesta que no sea una réplica oportunista a los planteamientos del PP o una ocurrencia chistosa al hilo de la actualidad. Si no hubiera cinco millones de parados es más que probable que a los socialistas les funcionara la demagogia, pero en medio del páramo español, sus discursos se asocian al colapso institucional y productivo de la nación.

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