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EDITORIAL

El Partido Sanchista

Personajes tan romos como Lastra y tan grotescos como el inefable Ábalos organizan cacerías contra socialistas históricos como Leguina y Redondo.

La debacle electoral del pasado cuatro de mayo en Madrid fue una bofetada en toda regla a la política de Sánchez, por más que en La Moncloa traten de disculpar el descalabro socialista convirtiéndolo en un hecho de carácter meramente local.

Sánchez se involucró en la campaña madrileña de una manera que reflejaba bien a las claras la importancia crucial de esas elecciones para el devenir inmediato de la política nacional. Más aún, con la desvergüenza política que lo caracteriza, Sánchez utilizó los recursos del Estado y no pocos actos institucionales dentro y fuera de España para tratar de influir en el electorado de Madrid de cara a esa importante cita con las urnas. Sus referencias obsesivas contra Isabel Díaz Ayuso, muy especialmente desde que la presidenta madrileña desactivara la operación monclovita de una moción de censura, trasladaron al electorado la nítida sensación de que las elecciones eran un plebiscito sobre el sanchismo.

Consumada la catástrofe electoral socialista, Sánchez huye de sus responsabilidades como ha hecho durante toda su vida política. No solo no admite errores en su gestión, sino que, en una burda estrategia que reproduce exactamente las purgas podemitas ejecutadas por su socio Iglesias, hace pagar a dos personajes menores del socialismo madrileño (Gabilondo y Franco) las culpas de un trompazo electoral que deberían asumido él y sus asesores en La Moncloa.

Como hemos contado en Libertad Digital, Sánchez blindó a sus colaboradores y cercenó de raíz cualquier crítica en la Ejecutiva de su partido a la gestión de la campaña madrileña. Sánchez huye hacia delante sin que en su partido haya nadie dispuesto a levantar la voz contra él, a pesar de ser el responsable de la derrota más humillante sufrida por el PSOE en su historia reciente. Personajes tan romos como Adriana Lastra y tan grotescos como el inefable Ábalos organizan cacerías contra dirigentes socialistas históricos como Leguina y Redondo, todo un aviso a navegantes de que el PSOE actual es una maquinaria dedicada exclusivamente a garantizar el futuro político de Sánchez y su banda.

El socialismo español ya es solo sanchismo, lo que no invita precisamente a la tranquilidad. Al carácter dañino de las ideas socialistas se suma ahora, en el caso de España, una forma degradada de hacer política a través del engaño y el autoritarismo, los dos rasgos que distinguen de manera indeleble al político más nocivo que ha dado la política española en su historia democrática.

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