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EDITORIAL

El ridículo de Bermejo

¿Por qué el ministro ha tardado tanto en acabar con esto si lo tenía tan claro como para rematarlo en apenas dos días?

Han hecho falta dos meses de huelga y un caos sin precedentes en la administración de Justicia para que el ministro del ramo se haya dignado a negociar con los sindicatos. A negociar y a llegar a un acuerdo en tiempo récord. La reivindicación salarial, que era el verdadero motor de las movilizaciones, ha sido satisfecha por el Ministerio en casi su totalidad, pues los funcionarios en huelga pedían 200 euros más al mes y el ministro en funciones les ha concedido 190. Para todo lo demás ha sido extremadamente generoso, tanto que lo único que cabe preguntarse es cómo ha podido durar tanto la huelga.

Le toca ahora a Bermejo explicar por qué hemos tenido que padecer los efectos de la huelga en un servicio tan indispensable como el de la administración de Justicia, si la solución era tan sencilla y expeditiva como ha demostrado ser al final. ¿Por qué el ministro ha tardado tanto en acabar con esto si lo tenía tan claro como para rematarlo en apenas dos días? Quizá la razón no haya que buscarla en el despacho de Bermejo que, por lo demás, se ha portado como un auténtico déspota durante la huelga. La investidura de Zapatero está cercana, y con ella la formación de nuevo Gobierno. Tal vez el ministro quiera seguir siéndolo y no le ha quedado más remedio que bajarse los pantalones para optar de nuevo al cargo. Esta sería su ofrenda al altar del inquilino de la Moncloa. Lo demás no importa.
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