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EDITORIAL

Entre McCain y...

Barack Obama está jugando a representar la baza del cambio, encantador en las formas y completamente vacío en el fondo; lo mismo repite las bobadas del 68 que propone invadir Pakistán.

Mientras que las primarias parecen haberse aclarado casi definitivamente en el bando republicano, que comenzó teniendo un sinfín de candidatos plausibles, a favor de John McCain, los demócratas –que parecían tenerlo más claro– siguen sin decidirse por ninguno de los dos contendientes que desde el principio se han disputado el favor de sus militantes: Barack Obama y Hillary Clinton.

El hombre que probablemente se haga con la candidatura republicana es un viejo conocido tanto en Estados Unidos como fuera de sus fronteras, especialmente por su fama de "halcón" en materia internacional. Cuenta con cierta oposición interna, en el fondo más debida a su carácter que a sus posiciones, que siendo divergentes en algunos puntos con las posturas de las bases republicanas no lo son mucho más que las de otros candidatos. Sin embargo, McCain es una persona que tiende a tratar la oposición a sus ideas atacando verbalmente más que discutiendo argumentos, y eso ha provocado muchas heridas entre los suyos, que quizá se retraigan y no lo voten en noviembre. En cambio, puede hacerse con parte del voto independiente, que lo estima por ser un político firme y pragmático.

Sus posibles contrarios son personas ambiciosas. A Hillary Clinton se la conoce bien, quizá demasiado bien, lo que podría ser un hándicap electoral a la hora de enfrentarse con McCain. Además, su elección conllevaría que el país estuviera gobernado 24 años, quizá 28, por dos familias, algo que muchos ven con desagrado. Barack Obama está jugando a representar la baza del cambio, encantador en las formas y completamente vacío en el fondo; lo mismo repite las bobadas del 68 que propone invadir Pakistán. Pero es capaz de generar ilusión incluso dentro de las filas republicanas, lo que lo convertiría en un candidato formidable, por más que luego pudiera ser un presidente lamentable.

Parece en estos momentos inevitable que se llegue a la convención demócrata con una muy leve ventaja de uno de ellos, lo que dejaría la elección final del candidato en manos de los superdelegados, nombrados por el aparato del partido y no por sus militantes. Aunque generalmente voten por el mejor situado, la extrema rivalidad de estas primarias los hace sensibles a otros argumentos. Y, sin duda, la experiencia, contactos y malas artes de los Clinton parecen en esto una ventaja quizá insalvable para Obama, que no obstante cuenta con el apoyo de algunos miembros importantes del partido, que podían suplir sus carencias en este ámbito.

No hay elecciones en todo el mundo que produzcan más interés fuera de sus fronteras que las norteamericanas. En buena medida esto es debido a que su actual preeminencia hace que sean las que mayores consecuencias tienen para los demás países. Pero tampoco podemos olvidar la atracción que produce el largo proceso electoral estadounidense, fruto de los avatares de la historia de la democracia más antigua de Occidente. Esperemos que este proceso produzca un buen presidente.

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