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EDITORIAL

Estado de alarma: golpe de Sánchez en Madrid

Sánchez en ningún caso ha tenido la más mínima intención de negociar: el único pacto posible para la Comunidad de Madrid era un trágala.

Lo primero que hay que dejar claro es que la imposición a la Comunidad de Madrid de un estado de alarma y de medidas más severas para controlar la epidemia de coronavirus no se debe, en ningún caso, a criterios sanitarios o epidemiológicos. Por mucho que el Gobierno intente ocultarlo, la realidad es que las cifras de contagios y la presión sobre el sistema sanitario están bajando en Madrid desde hace varios días y eso es algo que reflejaban hasta los datos manipulados de Iila y Simón.

De hecho, como ha contado el consejero de Sanidad en su comparecencia, este mismo jueves, los técnicos del Ministerio de Sanidad felicitaban a Madrid por la evolución de la pandemia en los últimos días, pero tras las felicitaciones de los técnicos las decisiones políticas siempre van por otro lado y, mientras, el Gobierno no deja de pavonearse asegurando que siempre hace caso a los expertos. Otra mentira más.

Hay que constatar además que Sánchez -aquí Illa es un mero títere- en ningún caso ha tenido la más mínima intención de negociar: el único pacto posible para la Comunidad de Madrid era aceptar las arbitrarias imposiciones del Ejecutivo como un trágala. ¿Dónde han quedado la "cogobernanza" y las medidas "en colaboración" con las comunidades autónomas que tan campanudamente prometía Sánchez? Colaboración y acuerdos que, de hecho, prometió este mismo jueves desde Argelia, nada más y nada menos. Lo cierto es que este Gobierno desleal sólo tiene intención de colaborar con aquellos que trabajen para la destrucción de España, ahí sí que todo son halagos, mesas de diálogo y saludos ridículos como el de Redondo a Torra.

No es contra el virus, es contra Madrid

Algo que cabe cuestionarse en este momento, y que muchos ciudadanos de Madrid se estarán preguntando, es cuál es el fin de estas medidas y este estado de alarma si, como decimos, no se ponen en marcha para luchar contra el coronavirus.

Las respuestas son evidentes y terribles: en primer lugar el estado de alarma es una reacción arrogante y totalitaria al fallo del TSJM, es lo que habría hecho cualquier caudillito de opereta de una dictadura tropical que al grito de "a mí nadie me niega nada" impone su voluntad a golpe de decretazo.

Y en segundo lugar y más importante a largo plazo: las medidas y el estado de alarma son contra Madrid y contra los madrileños, una región que demuestra el éxito de todo aquello de lo que Sánchez y sus socios abominan: la libertad, la iniciativa privada, la colaboración entre las empresas y el sector público, la eficacia de los impuestos bajos o, al menos, más bajos. Madrid es el espejo en el que quedan reflejados en toda su miseria los socialbolivarianos que han ocupado el poder en España y esa es una comparación que no pueden soportar.

Además, Madrid se está convirtiendo en una de las pocas instituciones que, con el Rey y parte del Poder Judicial, parecen dispuestas a resistir el embate totalitario que se nos viene encima y del que este estado de alarma es sólo un episodio más.

Patético papelón de Aguado

Conviene no olvidar que en esta crisis no todos los errores ni todos los malvados están en el Gobierno: hay que señalar también el patético papelón que ha jugado un Ignacio Aguado, que traición tras traición, ha tratado de ser el negociador entre los agresores -Sánchez y Cía.- y los agredidos: el gobierno regional del que él se supone que forma parte.

Decir que Aguado se ha comportado como un traidor es innecesario por obvio, pero es que además de traidor se ha demostrado un incompetente: ¿no se había usted propuesto como el gran facilitador de los acuerdos entre administraciones? Pues su fracaso no puede ser más grotesco y, si tuviera un mínimo de dignidad, dimitiría.

Ayuso debe convocar elecciones

La traición repetida de Aguado es una razón más para que Díaz Ayuso convoque elecciones: con una comunidad seriamente agredida desde el Gobierno y en una situación económica y política extraordinariamente compleja hay que dar la palabra a los madrileños y que estos decidan quién debe gobernar la CAM y qué políticas se deben seguir desde la administración regional madrileña.

Aquellos que pretendan que Madrid deje de ser el oasis contra las catastróficas formas de Gobernar del PSOE y Unidas Podemos y se hunda en el fango del izquierdismo radical, el sectarismo político y, sobre todo, la crisis económica, podrán votar tranquilamente a socialistas, podemitas, errejonitas y, mucho nos tememos, a Aguado y lo que quede de Ciudadanos.

Por el contrario, los que prefieran que Madrid siga siendo una región en la que tenga cabida la iniciativa privada, brille la libertad y la economía salga del terrible bache en el que se encuentra elegirán a Díaz Ayuso o a Vox. Después de los últimos ataques y las últimas traiciones no nos cabe duda de que serán una amplísima mayoría.

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