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EDITORIAL

Eurovegas: empleo y libertad

El vicio era la excusa que los falsos virtuosos esgrimían para atacar lo que verdaderamente les repugna de Eurovegas: se trata de un proyecto que no van a poder controlar, manejar a su conveniencia.

Más allá de su concreta ubicación definitiva, lo más relevante de Eurovegas es la excelente noticia que su llegada supondrá para la comunidad de Madrid y para toda España. Y en pocos momentos ha necesitado tanto nuestro país buenas noticias como ésta, que nos habla de un gran proyecto empresarial que supone la inversión de miles de millones de euros y que generará decenas de miles de puestos de trabajo.

Eurovegas puede ser, en un entorno tan complejo como el actual, la mejor demostración de que no todo en España tiene que ser un lodazal de chanchullos y corrupción; de que las cifras de paro no son un mal bíblico que debamos sobrellevar como podamos sino algo contra lo que se debe y se puede luchar; de que este país, o al menos buena parte de él, sí merece esa confianza de la que tanto se habla.

Ante Eurovegas se han podido contemplar dos actitudes contrapuestas, que conviene analizar. De un lado, la de la comunidad de Madrid, que ha realizado un intensísimo esfuerzo por atraer esta inversión y crear un entorno lo más propicio posible no sólo para el desembarco de grandes empresas, sino para el emprendimiento en general. Esfuerzo que ha sido elogiado este mismo lunes por Michael Leven, número dos de Las Vegas Sands. Del otro, la de una izquierda vergonzosamente hipócrita, que ha puesto el grito en el cielo por este proyecto que se asienta sobre un negocio, el del juego, que es legal en España y que, que se sepa, nadie ha planteado prohibir, a la castrista manera.

Exhibiendo unas excusas profundamente reaccionarias, algo para nada sorprendente cuando se repara en la trayectoria histórica de la izquierda, tanto el PSOE como IU han alertado de la catarata de vicios que se verterían sobre España si Eurovegas se pusiera en marcha. Como si en nuestro país no existiese el alcohol, no hubiese máquinas tragaperras en prácticamente todos los bares y, en definitiva, como si en determinadas zonas de Madrid o Barcelona no se pudiese ver ya, prácticamente a cualquier hora del día, a decenas de mujeres practicando la prostitución.

El vicio era la excusa que estos falsos virtuosos esgrimían para atacar lo que verdaderamente les repugna de Eurovegas: se trata de un proyecto empresarial que, por su tamaño, su importancia y el perfil de sus promotores, no van a poder controlar, manejar a su conveniencia y trufar de sindicalistas amigos y directivos quintacolumnistas, empeñados en socavarlo.

Eurovegas será, en definitiva, una exitosa muestra de ese capitalismo que odian y que, como en todos los lugares en los que se le deja desarrollarse en libertad, funcionará como la mejor herramienta para crear riqueza y empleos para toda la sociedad.

No, Eurovegas no va a traer a Madrid –ni a España– ninguna calamidad de la que no tengamos noticia ya. Y sí, va a crear muchísimos puestos de trabajo, que tanta falta nos hacen, en el país de los seis millones de parados.

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