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EDITORIAL

González es culpable

Que nadie se engañe: ni siquiera el pésimo Zapatero puede hacer bueno al tóxico González. De hecho, aquél no puede explicarse sin éste.

Hace ahora treinta años un PSOE pletórico, con todo el futuro por delante, tomaba las riendas del poder con la intención de transformar España radicalmente: la dejarían que no la iba a reconocer "ni la madre que la parió", según proclamaba ufano el lenguaraz Alfonso Guerra, mano derecha del intocable Felipe González Márquez, gran artífice del asombroso resultado electoral cosechado por los socialistas aquel 28 de octubre de 1982: más de 10 millones de votos –el 48% del total–, prácticamente el doble de los que consiguió la segunda formación en las preferencias de los electores, la Alianza Popular de Manuel Fraga.

El panorama, hoy, es bien distinto. Hoy, el Partido Socialista se desangra cada vez que acude a las urnas y tiene por líder a un personaje absolutamente amortizado que apesta a pasado: Alfredo Pérez Rubalcaba. De ahí que no sean pocos, dentro y fuera de la otrora "casa común de la izquierda", los que echen la vista atrás para comparar y buscar referencias.

A quién que haya vivido el zapaterismo puede extrañarle. Pero que nadie se engañe: ni siquiera el pésimo Zapatero puede hacer bueno al tóxico González. De hecho, aquél no puede explicarse sin éste.

Felipe González, al que tantos ven como él jamás ha dejado de verse, todo un Hombre de Estado, es uno de los grandes culpables de la Crisis que padece España. Una Crisis mayúscula por institucional, cultural, económica. Nacional.

Fueron González y su PSOE rozagante, intratable, los que aniquilaron la separación de poderes ("Montesquieu ha muerto", sentenció Guerra). Los que quisieron reproducir en España la aberrante dictadura perfecta del PRI mexicano. Los que acogotaron a la prensa crítica. La suya fue la España del crimen de Estado, la megacorrupción, el caciquismo electoral, las cifras estupefacientes de paro, la pésima educación pública, la negociación con ETA, la claudicación ante los nacionalistas. No hay casualidad sino estricta lógica: de aquellos polvos vinieron estos lodos.

Felipe González y su omnipotente PSOE matonesco no son una solución ni siquiera a modo de referencia. Serían lo que fueron: un formidable problema.

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