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EDITORIAL

Hollande quiere despertar a Europa

Hollande ha dado el primer toque de atención a una Europa dormida que se juega su supervivencia.

El discurso de François Hollande ante el Parlamento francés, reunido ayer en sesión conjunta, ha constituido una soberbia respuesta a la matanza de París, el peor ataque terrorista en toda la historia de la V República. El presidente francés prescindió de lugares comunes y de llamamientos a la paz y el diálogo, inútiles cuando el enemigo es un grupo islamista que ha jurado destruir Occidente, y, en su lugar, dio cuenta de la batería de medidas que ha decidido adoptar para acabar con esta amenaza y velar por la seguridad de sus conciudadanos.

Además de manifestar su firme voluntad de golpear al Estado Islámico hasta su aniquilación, Hollande prometió una profunda reforma legislativa en materia antiterrorista y poner en marcha una serie de medidas para relacionadas con la presencia de terroristas en suelo francés. El presidente galo anunció también que se modificará la Constitución para permitir a las autoridades una acción más eficaz en la materia.

En conjunto, se trata de un ambicioso programa político que no elude cuestiones polémicas, como la expulsión de islamistas radicales o la extensión de los poderes del Estado en lo relacionado con la seguridad. Para llevar adelante una reforma de tal calado, que afecta a los propios cimientos de la República, hace falta un fuerte liderazgo político y François Hollande bien pudiera desplegarlo.

Francia es el ejemplo en el que debe mirarse el resto de Europa, porque lo ocurrido el viernes en París puede pasar en cualquier otro lugar del continente. David Cameron ha anunciado ya medidas parecidas para combatir a la amenaza terrorista en el Reino Unido. En España, el Gobierno y el principal partido de la oposición firmaron un pacto antiyihadista que, no obstante, no supone un cambio sustancial en las herramientas al servicio de Estado para combatir la amenaza islamista. Un terrorismo que se aprovecha de la ingenuidad de unos y el colaboracionismo de otros para agudizar la debilidad de las sociedades abiertas y golpearlas duramente.

Hollande ha dado el primer toque de atención a una Europa dormida, que no tiene más remedio que despertar de su letargo si quiere preservar la seguridad de todos sus ciudadanos y su modo de vida . Como dijo ayer el presidente francés, estamos ante una "guerra de civililzación", con todo lo que eso implica.

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