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EDITORIAL

Israel tiene derecho a combatir el terrorismo

No se puede admitir es que se ponga en pie de igualdad a los grupos terroristas que asesinan civiles con un Estado soberano y democrático.

El grupo terrorista Hamás, que detenta el poder en la Franja de Gaza, ha lanzado desde el pasado lunes más de tres mil misiles contra la población israelí tratando de provocar el mayor número de bajas civiles posible. La existencia de un eficaz sistema de interceptación de estos proyectiles ha evitado que las víctimas israelíes se multiplicaran con estos ataques indiscriminados, a pesar de lo cual casi quinientos misiles impactaron en territorio israelí provocando numerosos daños materiales, muertos y heridos.

Israel ha respondido a estos ataques porque ningún país puede aceptar que un grupo terrorista bombardee a sus ciudadanos impunemente. La diferencia con los terroristas de Hamás y la Yihad Islámica es que el Ejército judío extrema la precisión de sus respuestas para atacar a los responsables del terrorismo y dejar a salvo a la población civil, algo especialmente complejo en el caso de los terroristas palestinos, que se escudan en los civiles para magnificar las consecuencias de las represalias provocadas por sus acciones.

La inmensa mayoría de la prensa internacional pone el foco únicamente en la respuesta israelí, obviando las escenas previas de terror provocadas en Israel por los ataques terroristas palestinos. Intencionadamente, convierten al Estado judío en el agresor tergiversando los orígenes de esta escalada terrorista, como si el actual conflicto bélico se debiera a un estallido de violencia unilateral contra los palestinos. Sin embargo, lo cierto es que, mucho antes de que Hamás comenzara su lanzamiento de misiles contra la población israelí, se habían producido escenas dantescas de linchamiento de judíos por parte de ciudadanos israelíes de origen árabe dentro del propio territorio de Israel. La violencia contra los judíos, difundida por los autores a través de las redes sociales con total impunidad, adquirió tal magnitud en la ciudad de Lod (a tan solo 15 km. de Tel Aviv) que el presidente israelí llegó a comparar la persecución sangrienta que sufre la población judía con los pogromos.

Otra circunstancia que explica el actual estallido de violencia terrorista contra Israel y que la prensa internacional suele ocultar es la guerra intestina por el poder que se vive en el bando palestino. Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina y líder de Al Fatah, lleva más de diez años sin convocar elecciones ante el riesgo cierto de perderlas en favor de Hamás, la otra facción terrorista que le disputa el poder. El pasado 29 de abril anuló la enésima convocatoria electoral, prevista para finales de este mes de mayo, lo que desató una nueva guerra intestina entre los grupos terroristas por el liderazgo de la Autoridad Palestina (una de las organizaciones políticas más corruptas del mundo), y el control de las ingentes cantidades de ayuda internacional que recibe cada año sin que revierta en una mejora apreciable de las condiciones de vida de los civiles palestinos.

Por todo ello, no se puede despachar un conflicto de estas características con los trazos de brocha gorda que utiliza gran parte de la prensa internacional. Por el contrario, los ataques terroristas contra Israel deberían suscitar cuestiones de profundo calado como la existencia de un tráfico de armas ilegal que ni siquiera el bloqueo israelí puede impedir en su totalidad o el papel de Irán en los disturbios de la región. Pero lo que definitivamente no se puede admitir es que se ponga en pie de igualdad a los grupos terroristas que asesinan civiles con un Estado soberano que cumple con su obligación de proporcionar a todos sus ciudadanos, árabes y judíos, un mínimo de seguridad.

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