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EDITORIAL

La derecha demuestra su superioridad y Sánchez su insolvencia

Lo más destacado ha sido el papel paupérrimo de un Sánchez que ha demostrado que su paso por la Moncloa no lo ha convertido en un político solvente.

Si el lunes Albert Rivera fue el mejor del debate celebrado en TVE, el martes el más sólido de los cuatro candidatos ha sido Pablo Casado, pero tanto en uno como en otro lo más destacado ha sido el papel paupérrimo de un Pedro Sánchez que ha demostrado que su paso por la Moncloa no lo ha convertido, ni lejanamente, en lo que no ha sido nunca: un político solvente que domina los temas de los que habla.

Ha sido particularmente llamativo verle cabizbajo, leyendo largas series de datos o cifras que, o bien debería habar memorizado -¿cómo es posible que todo un presidente del Gobierno no se sepa los datos del paro?-, o bien en realidad no eran tan relevantes como para recitarlos en ese momento.

Sánchez no ha entrado al fondo de prácticamente ninguna de las cuestiones sobre las que se ha debatido y ha tratado de salir del paso acusando a sus rivales de mentir una y otra vez, pero sin explicar en qué consistían esas mentiras y aún menos demostrarlas. Incluso gestualmente ha estado peor este martes, malencarado y exhibiendo un estilo muy mejorable, con trucos baratos para incomodar a sus oponentes y una actitud en no pocas ocasiones chulesca y arrogante.

El líder del PSOE no ha sido capaz en ningún momento de ofrecer un programa de gobierno coherente y él mismo tampoco ha logrado transmitir la imagen de un político capaz de afrontar los serios problemas, políticos y económicos, a los que va a tener que enfrentarse España en la próxima legislatura. Sánchez, ha reclamado una movilización masiva para frenar a "las dos derechas y la ultraderecha", pero lo cierto es que con su propia insolvencia sólo invita a que muchos posibles votantes empiecen a pensarse muy seriamente quedarse en casa en lugar de ir a apoyar a un candidato que es obvio que no lo merece.

En cuanto al resto de candidatos, hay que reconocer que Pablo Iglesias ha logrado este martes que el debate haya transcurrido en unos términos que pueden ser útiles para él, centrándose en los temas que le interesaban, dando una imagen de tranquilidad con sus llamadas al respeto y su impostado hasta la náusea tono moderado. Sin embargo, será difícil que a estas alturas pueda engañar a mucha gente y remontar la actitud de perdedores que tiñe toda la campaña de Podemos y de la que el propio Iglesias es un ejemplo perfecto: hace no tanto aspiraba a asaltar los cielos y ahora se limita a mendigar a Sánchez unos pocos ministerios.

Del otro lado, en el conjunto de los dos días de debate ha quedado que los dos candidatos del centro derecha presentes en los debates -no olvidemos la ausencia de Vox provocada por la estupidez de la Ley Electoral- han demostrado que son más sólidos, que están más preparados, que conocen mejor la realidad de los problemas de España y que, desde luego, son una garantía mucho mayor ante el principal desafío que ocupará la próxima legislatura: el golpe de estado separatista en Cataluña.

Como decíamos, el lunes fue Rivera el que resultó vencedor con claridad y este martes, aunque probablemente se ha visto superado por Casado sobre todo en la primera parte del debate, en la que ha aparecido como un tanto pasado de frenada, el de Ciudadanos también ha tenido momentos brillantes, especialmente en lo referente a la corrupción socialista, Cataluña y, en general, al problema separatista.

Del mismo modo, si Casado quedó este lunes un tanto desdibujado y parecía rehuir la pelea, este martes no ha tenido ningún problema en confrontar con Sánchez e incluso también con Rivera en momentos puntuales, y al mismo tiempo ha mantenido la imagen de solvencia y conocimiento sobre los temas que se trataban en cada bloque temático y sobre las mejores soluciones para cada problema.

Lo que ha quedado claro en el conjunto de los dos enfrentamientos que han tenido lugar en dos noches consecutivas ha sido que, fragmentado o no, el bloque del centro derecha es muchísimo más solvente que un Sánchez que ha demostrado, dos veces más, que no está a la altura.

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