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EDITORIAL

La factura de ERC

La gravedad de su chantaje es que ERC ha contado con la cooperación de un presidente del Gobierno que les ha vendido el alma a cambio del poder

ERC franquea su propio pliego de condiciones al Estado, corolario de su lógica de la secesión mediante la extorsión. En su ultimátum al Gobierno, los socios independentistas de Rodríguez Zapatero se permiten incluso concederle pagar en cómodos plazos los casi 4.000 millones de euros que le exigen a cambio de facilitar la aprobación de la Ley de Presupuestos.
 
El lenguaje de los republicanos es típicamente mafioso: 2.000 millones ahora y el resto, ya le indicaran cómo y dónde. Nada nuevo merece comentarse del estilo y los objetivos de ERC. Son los de toda la vida, no cabe esperar otros de un partido que persigue a cara descubierta la independencia de Cataluña y algunos de cuyos dirigentes son terroristas sin arrepentir.
 
El problema de España no es que formaciones como éstas practiquen el chantaje al Estado, ni que ceder a esa práctica signifique donar un cheque a fondo perdido a quienes, mientras exprimen insolidariamente a los contribuyentes al grito de una ficción fiscal (la deuda histórica con Cataluña), se jactan de despreciar a España y persiguen la secesión de Cataluña incluso por la vía de los hechos consumados, como está ocurriendo con el órdago de la Generalidad presidida por el socialista Montilla para imponer las selecciones deportivas catalanas.
 
No, el problema de España no es ERC; ni siquiera Montilla. La gravedad de su chantaje permanente es que han contado con la cooperación de un presidente del Gobierno que les ha vendido el alma a cambio del poder.
 
Sin Estado o, al menos sin Gobierno, resulta difícil decidir qué escenario es peor para los próximos meses: si la aprobación de unos Presupuestos que esquilmarían las arcas para satisfacer las promesas de Zapatero y las exigencias de sus socios, o la prórroga de la Ley vigente, lo que no conviene, en absoluto, al cambio de tendencia que se adivina en el inquietante horizonte económico.
 
Por algo recomendó Solbes en su día, si bien en privado y sin levantar la voz, como en él es característico, que lo más sensato hubiese sido adelantar la convocatoria electoral.

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