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EDITORIAL

La impunidad que impulsa el proceso de paz

No menos bochornosa ha sido la renuencia de los socialistas a criticar la sentencia absolutoria de Otegi, a la que tanto ha contribuido el presidente del PSE en su condición de testigo de la defensa.

A la Justicia se la representa como una dama con los ojos vendados pretendiendo simbolizar la imparcialidad. Sin embargo, la ceguera que han exhibido los magistrados que han absuelto a Otegi de los delitos de enaltecimiento del terrorismo que se perpetraron en el velódromo de Anoeta el 14 de noviembre de 2004 no es otra que a la que hace referencia el refrán español que dice que "no hay más ciego que el que no quiere ver". Y es que no es imparcial, sino injusta y voluntariamente miope, una sentencia que basa la absolución de Otegi, Permach y Álvarez en "las serias dudas" de que fueran estos proetarras, personalmente, los encapuchados que durante el mitin exhibieron las fotos de los etarras, los que repartieron propaganda y boletines internos de la banda o los que coraron a la organización terrorista. Basar la causa en esto, ciertamente, sería tanto como tener la absolución "vista para sentencia" incluso antes de que se celebrara el juicio, tal y como ha venido a denunciar la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza.

La cuestión, por el contrario, era o debía haber sido la de dirimir si a los máximos representantes de Batasuna, como organizadores y participantes de "un acto ilegal de una formación ilegal y con un portavoz ilegal" –tal y como el propio Otegi se jactó aquel día ante los asistentes–, cabía exigirles responsabilidades penales por los incuestionables delitos de enaltecimiento del terrorismo que, con su probada condescendencia, en él se perpetraron.

Los magistrados de la Audiencia, sin embargo, han desechado las pruebas que, en este sentido, había aportado la Guardia Civil, y han preferido fijarse en la supuesta intención de ese acto ilegal como es "la conveniencia de un diálogo" para "resolver el conflicto". Vamos, como si referirse a la existencia del terrorismo como un "conflicto" no fuera ya una forma de enaltecerlo; como si pedir que el Gobierno y los terroristas dialoguen fuera contradictorio, y no coherente, con quien tiene y transmite una imagen positiva de estos criminales prófugos de la Justicia.

Por lo visto no ha sido bastante elocuente la imposibilidad de la defensa de los proetarras de aportar una sola condena del terrorismo hecha por quienes los magistrados han absuelto de enaltecerlo. Recuerden que Goirizelaia tuvo que recurrir a declaraciones de Eguiguren y del propio Zapatero para transmitir una imagen positiva de sus defendidos. Es más. Recuerden la amable definición que de ETA hacia un par de meses Otegi en El País como "una organización que ha suspendido sus acciones armadas y que expresa su voluntad de superación definitiva de la violencia". Pero claro, para los magistrados, eso tampoco debe ser considerado una forma de enaltecer a quienes en realidad no son más que una banda de criminales chantajistas.

No menos bochornosa ha sido la renuencia de los socialistas a criticar la sentencia absolutoria, a la que tanto ha contribuido el presidente del PSE en su condición de testigo de la defensa. Así, el portavoz socialista en el Parlamento Vasco, José Antonio Pastor, escudándose en el "respeto" a las decisiones judiciales ha manifestado que "no se pueden estimar las resoluciones judiciales como acertadas y justas cuando a uno le vienen bien y criticarlas cuando no coinciden con los intereses de cada uno". No. Lo que no se puede es estimar como acertadas y justas todas las sentencias, tanto si de verdad así nos lo parecen como si no. Eso, lejos de ser una muestra de respeto al Estado de Derecho, es un desprecio que, entre otras cosas, borraría del ordenamiento jurídico la figura del recurso de apelación.

Aunque sea obligado el acatamiento de todas ellas, en un Estado de Derecho se puede y se debe distinguir entre sentencias excepcionales, buenas, regulares, malas o tan pésimas como la que hoy nos ocupa. El memo y antijurídico papanatismo del que hace gala el portavoz socialista no es otra cosa que una forma de eludir una valoración de una sentencia que ponga en peligro –ella sí– los intereses de los socialistas en que prosiga, aun encubierto, el "proceso de paz" con los etarras. Y no hay mejor prueba de que prosigue que viendo como avanza la impunidad.

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