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EDITORIAL

La Justicia debe estar a la altura de la Policía en el caso Publio Cordón

Diecisiete años sin saber el paradero de un hombre inocente y su muerte no pueden saldarse con penas irrisorias al albur de interpretaciones jurídicas sobre prescripciones y otros atenuantes. La Justicia, sobre todo en este caso, ha de ser ejemplar.

"Hoy hace diecisiete años y veintitrés días que Publio Cordón fue secuestrado". Así habría arrancado hoy Antonio Herrero su informativo matutino, tal y como hizo todos y cada uno de los días que en vida del inolvidable periodista permaneció secuestrado el industrial aragonés. Hoy, además, habría dado cuenta de la resolución del secuestro y la captura de los culpables gracias a las investigaciones de la Policía Nacional, que a pesar del tiempo transcurrido continuó las pesquisas que finalmente han llevado a la detención de los miembros del GRAPO involucrados en su secuestro.

Es de justicia felicitar a los investigadores policiales, que han dado muestras de una tenacidad sin precedentes manteniendo abierto este caso, que tanto impactó en su día a la opinión pública, hasta lograr su resolución. Diecisiete años de persecución de los terroristas que secuestraron al honrado empresario han dado finalmente su fruto, y ya sólo queda por dilucidar las condiciones en las que se produjo la muerte de Publio Cordón. La localización del cadáver permitirá averiguar si, además del delito de secuestro, a los tres miembros del GRAPO cabe imputarles también su asesinato, descartando así el relato pintoresco con el que los detenidos han justificado la muerte de la persona que tenían en su poder.

Es de justicia también denigrar el pseudoperiodismo de casquería que, insensible al sufrimiento de la familia de Publio Cordón, dio pábulo a toda suerte de especulaciones que presentaban a la víctima como un vulgar delincuente capaz de fingir su secuestro para justificar su huida y una oscura relación sentimental. Hoy tienen también motivos para avergonzarse públicamente de su conducta durante el secuestro del industrial, que tanto dolor provocó en sus familiares como estupor en los españoles de recta conciencia.

Los familiares directos de Publio Cordón han alcanzado la satisfacción de ver por fin a los autores del sufrimiento de su padre y esposo detenidos y puestos a disposición judicial. Ahora cabe esperar que la acción de la Justicia esté a la altura tanto del sufrimiento de las víctimas de este caso como de la espléndida labor de las fuerzas de seguridad del estado, para que los culpables reciban el duro castigo que su acción merece sin más paliativos.

Diecisiete años sin saber el paradero de un hombre inocente, y finalmente su muerte probablemente a manos de los detenidos, no pueden saldarse con penas irrisorias al albur de interpretaciones jurídicas sobre prescripciones y otros atenuantes, puesto que el primer propósito de la Justicia ha de ser su ejemplaridad. Con que el tribunal encargado de juzgar este caso esté a la altura de los agentes que han logrado su esclarecimiento, Publio Cordón y sus familiares podrán recibir por fin la justa reparación que tantos años de sufrimiento sobradamente han merecido.

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