Menú
EDITORIAL

La nave de Zapatero hace agua

Los populares no deberían olvidar que se enfrentan a una de las maquinarias políticas mejor engrasadas de Europa, y que es de esperar que el PSOE reaccione ante lo que hasta ahora ha sido una serie de golpes fallidos

A estas alturas de la precampaña electoral, cabe extraer dos conclusiones evidentes: el PP está desarrollando una de las mejores operaciones de comunicación política de su historia, mientras que la estrategia del PSOE se hunde en medio de las zafiedad y grosería de sus líderes y se estrella contra las respuestas rápidas, precisas y contundentes de los populares. Ni siquiera el recurso a la tensión y dramatización está dando los frutos apetecidos. Más bien revela la ruindad de querer convertir el debate sobre el futuro de la nación en un enfrentamiento entre españoles, más preocupados por otros asuntos que el partido de Rodríguez Zapatero pretende soslayar, mofándose así de los problemas reales de la ciudadanía.

El éxito del PP se debe en buena parte a un cambio radical en su táctica, que ha pasado de la indefinición, la presentación de propuestas de forma desordenada y a remolque de sus rivales y el silencio ante los insultos, a la formulación de políticas concretas y detalladas, la anticipación (tal vez a ello se deba la virulencia con que el popular contrato de integración de Rajoy ha sido recibido por los socialistas, cuya política de inmigración permanece inédita) y la agilidad con la que los líderes  populares responden y acallan las invectivas de la izquierda. Sin embargo, el PP debería hacer un mayor esfuerzo a la hora de explicar el objetivo de sus proyectos, que a veces no han sido entendidos correctamente, y evitar los deslices y equivocaciones de algunos de sus candidatos, si es que no quiere facilitarle las cosas a su contrincante.

Nada peor para la oposición que la complacencia o pensar que todo está hecho. Queda mucho partido por jugar, y precisamente las tres semanas que restan hasta las elecciones son con diferencia las más importantes para conseguir esos votos que aseguren una mayoría suficiente para gobernar. Los populares no deberían olvidar que se enfrentan a una de las máquinarias políticas mejor engrasadas de Europa, y que es de esperar que el PSOE reaccione ante lo que hasta ahora ha sido una serie de golpes fallidos.

Por lo que respecta a los socialistas, las manifestaciones de algunos de sus dirigentes en los últimos días ponen en evidencia la desorientación de los de Zapatero tras la revelación de sus verdaderas intenciones en la célebre conversación mantenida con Iñaki Gabilondo. Ni la vulgaridad del Presidente del Gobierno a la hora de referirse a su cena con el nuncio de S.S. el Papa, ni la descabellada Ley de Igualdad de Trato, un nuevo conejo en la agotada chistera del candidato, mejorarán sus perspectivas electorales, a la baja desde hace más de seis meses. Tampoco benefician a los socialistas el absurdo recurso a la invasión de Irak para explicar la inflación, que tiene más que ver con la política energética del Gobierno que con las tropas norteamericanas, o las salidas de pata de banco del ministro Caldera, para quien las cifras del paro son una estupidez.

Para colmo, la triste salida a escena de Felipe González, con sus aburridas referencias a la Cope y a los obispos, es cuanto menos bochornosa. Resulta difícil creer que una persona en ese estado de decadencia intelectual haya sido alguna vez Presidente del Gobierno de la nación. Y para terminar, la burda utilización de algunas organizaciones de homosexuales serviles y politizadas, que tan sólo han podido reunir a un puñado de personas en su fallida y chabacana concentración ante la sede del PP. Seguro que fueron muchos más los que prefirieron sumarse como afectados a la manifestación de las víctimas de la chapuza gubernamental en el escándalo de Foro Filatélico y Afinsa.

Vacío, palos de ciego y la falta de credibilidad son hasta hora los rasgos definitorios de la campaña de los socialistas, que según pasan los días va pareciéndose más a un pésimo sainete que ni siquiera causa risa, sino sopor. No será desde aquí que se aconseje al PSOE cómo mejorar los contenidos de sus ofertas electorales, pues dada su deriva radical poco pueden prometer que no sea rechazado por la inmensa mayoría de los españoles, aunque tal vez podrían ocultarlo mejor. O por lo menos, que dejen de insultar la inteligencia de los votantes.

En España

    0
    comentarios