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EDITORIAL

La necia doctrina Gallardón

Más que repartir carnets de centrismo y democracia y lanzar anatemas contra esa derecha que tanto le incomoda, Ruiz-Gallardón debería aclarar de una vez a sus electores qué es y qué pretende hacer con sus votos.

Por si la insistencia de los líderes del PP en denominar a su partido de "centro reformista" no fuera suficientemente confusa, Alberto Ruiz-Gallardón acaba de proponer desde las páginas, cómo no, de El País una nueva definición para su partido, "de futuro" y "no de derechas".

Si bien es cierto que la distinción entre derecha e izquierda es insuficiente a la hora de ubicar la ideología de un partido (a nada se parece más la izquierda nacionalista con la que tanto Gallardón como muchos otros están dispuestos a negociar que a la vieja derecha radical que tanto les repugna), despreciar esta diferenciación en aras de un vano centrismo equivale a desdeñar los sentimientos de la inmensa mayoría de sus votantes.

Tal vez la opinión del alcalde de Madrid sobre las elecciones norteamericanas nos proporcione la clave de su pensamiento: al igual que Fraga, personalmente prefiere al demócrata Obama, aunque le gustaría que ganase el republicano McCain. Es decir, que según él el centrismo consiste ahora en preferir la izquierda aunque a uno le guste que gane la derecha. ¿O tal vez preferir la victoria de la derecha porque ya es demasiado tarde para pasarse a la izquierda? Sea como fuere, la peculiar aportación de Ruiz-Gallardón a la teoría política deja bastante que desear.

Por otra parte, resulta contradictorio que el político madrileño afirme que "quienes ubican ideológicamente a un partido son sus votantes" para decir a continuación que "estamos en el centro político", cuando en realidad la mayoría de los ciudadanos que votan a su partido y a él se declaran de derechas. A los datos de las encuestas, que tanto le gusta esgrimir a Ruiz-Gallardón, nos remitimos. Si tanto le molesta la gente de derechas, lo más coherente para él sería buscarse un partido diferente o pedir a sus electores de ese tipo que no votasen por él.

Hay un punto en el que Ruiz-Gallardón tiene razón: el PP es un partido que a lo largo de los años ha sabido reunir a ciudadanos de ideologías políticas diversas y que en no pocas ocasiones ha basado su triunfo en la atracción de votantes que antes habían apoyado al PSOE. Sin embargo, hay algo que no hizo Aznar y que desafortunadamente el todavía presidente del PP, Mariano Rajoy, está haciendo: ignorar la decisión de los ciudadanos que en el pasado les dieron la mayoría. Que el alcalde aplauda a Rajoy por hacer justo lo que él mismo desaconseja es o una contradicción o una impostura. En todo caso, un discurso flojo y poco fiable que una vez más confirma un carácter político endeble y oportunista, por lo demás impropio e indigno de alguien que se piensa llamado a regir los destinos de la nación.

Más que repartir carnets de centrismo y democracia y lanzar anatemas contra esa derecha que tanto le incomoda, Ruiz-Gallardón debería aclarar de una vez a sus electores qué es y qué pretende hacer con sus votos. A pocos días de la celebración del congreso popular, manifestaciones como las suyas no hacen sino dañar la imagen de un PP a la deriva aunque favorecido en las encuestas por la desastrosa gestión económica del Gobierno, una circunstancia engañosa y que podría resultar pasajera. Uno de los rasgos más típicos de los políticos charlatanes es hacer pasar la superchería por moderación. Alguien así no es merecedor del apoyo de los ciudadanos.

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